UNA MEDIDA QUE LEVANTA AMPOLLAS
El diésel es uno de los combustibles más utilizados por la automoción, pese a que su popularidad se ha desplomado en los últimos años. Sin embargo, su futuro no parece tan brillante como en algún momento ha sido su pasado...
El diésel ha sido uno de los combustibles más populares en el mercado de turismos durante décadas, especialmente en Europa. Durante los años 90 y la primera década de los 2000, los motores diésel alcanzaron su máximo apogeo debido a su eficiencia en el consumo de combustible y la capacidad de ofrecer un coste de uso menor en comparación con los motores de gasolina. En muchos países, incluyendo España, la demanda de motores diésel representó un alto porcentaje del parque automovilístico, superando el 60%, según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC).
Una de las principales razones de su popularidad inicial fue el hecho de que los motores diésel emiten menos dióxido de carbono (CO2) por kilómetro recorrido que los de gasolina, contando además con un consumo de combustible mucho menor que sus homólogos de gasolina. Sin embargo, en los últimos años, la percepción sobre el diésel ha cambiado drásticamente, y su popularidad ha disminuido notablemente. Esto se debe, en parte, a que si bien el diésel emite menos CO2, produce más emisiones de otros contaminantes nocivos, como óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas, que contribuyen a problemas de salud pública y la contaminación del aire.
Es evidente que, además, los descubrimientos llevados a cabo en los últimos años por las autoridades en los que se ha puesto de manifiesto que algunos fabricantes de automóviles han manipulado las pruebas de emisiones de sus vehículos diésel han desatado también una serie de medidas y regulaciones más estrictas en Europa, lo que ha llevado a muchos consumidores a optar por alternativas más limpias, como los vehículos híbridos y eléctricos.
París, una de las ciudades más emblemáticas de Europa, ha sido pionera en la lucha contra el diésel. Desde el 1 de octubre, algunas estaciones de servicio en la capital francesa tienen prohibida la venta de gasóleo, marcando un paso importante hacia un futuro libre de diésel. Esta medida afecta principalmente a la cadena (curiosamente de origen francés) Total Energies, cuyos surtidores situados en la circunvalación de la ciudad ya no pueden dispensar este combustible. Si bien no todas las estaciones de servicio están sujetas a esta prohibición, se espera que, con el tiempo, la medida se amplíe a toda la ciudad.
Este movimiento por parte del Ayuntamiento de París no es ninguna sorpresa, ya que la ciudad lleva años preparando el terreno para eliminar el diésel de sus calles. En 2020, el consistorio parisino dejó de utilizar coches con motor diésel en su flota oficial, aunque cuerpos de emergencia como la policía y los bomberos todavía emplean este tipo de vehículos. La prohibición de la venta de diésel en las estaciones de servicio es un paso más en la "guerra" que la ciudad ha declarado contra este combustible, con el objetivo de mejorar la calidad del aire y cumplir con sus compromisos medioambientales.
Aunque esta decisión ha generado malestar entre algunos conductores, refleja una tendencia que está ocurriendo en otras grandes ciudades europeas. A medida que las políticas públicas continúan promoviendo la transición hacia alternativas más sostenibles, como los coches eléctricos y los combustibles renovables, el diésel parece estar cada vez más arrinconado, incluso en mercados donde una vez fue el líder indiscutible.