NO TODO BRILLA EN EL COCHE ELÉCTRICO
El coche eléctrico se ha colocado como una gran alternativa a los motores de combustión, pero lo cierto es que, aunque muchas administraciones, fabricantes e incluso gobiernos quieran convertir al coche eléctrico en la salvación para el automóvil, aun queda camino por recorrer
El coche eléctrico ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años, especialmente en mercados como Europa y China. En 2023, se registraron más de 14 millones de ventas de vehículos eléctricos a nivel global, lo que representa un aumento del 35% en comparación con 2022. China destaca como el mercado más grande, con casi el 60% de todas las nuevas matriculaciones globales en los últimos meses, mientras que en Europa países como Noruega han liderado la transición, alcanzando tasas de adopción superiores al 90% para vehículos eléctricos. Sin embargo, a pesar de este avance, la adopción masiva de vehículos eléctricos no está ocurriendo a la velocidad inicialmente prevista.
Existen varios factores que frenan la expansión del coche eléctrico. Uno de los principales (aunque no es el único) es el impacto ambiental de la fabricación de estos vehículos, en particular de las baterías. La producción de baterías requiere grandes cantidades de minerales como el litio, cobalto y níquel, los cuales no sólo son costosos, sino que también conllevan importantes problemas ambientales. Además, la fabricación de un coche eléctrico genera más emisiones que la de un coche de combustión interna debido al uso intensivo de estos recursos y a la energía utilizada en el proceso. Es cierto, eso sí, que un vehículo eléctrico resulta durante su uso mucho más limpio que uno de combustión, al no emitir ningún tipo de gas contaminante.
Un aspecto que también resulta problemático es el uso de tierras raras en componentes como los motores eléctricos y las baterías. Estos elementos son esenciales para el funcionamiento (sobre todo un funcionamiento eficiente) de los VE, pero su extracción genera daños ambientales muy importantes y muchas veces involucra prácticas laborales que pueden llegar a resultar incluso cuestionables. El aumento en la demanda de estos materiales también ha impulsado su precio, lo que encarece aún más la producción de vehículos eléctricos.
Otro factor que juega en contra de su rápida adopción es el coste de las baterías en caso de necesitar alguna sustitución o reparación. A pesar de los avances en la tecnología, la sustitución de una batería en caso de fallo o desgaste sigue siendo extremadamente costosa. Dependiendo de su capacidad, las cantidades que hay que pagar para sustituir una batería pueden incluso superar los 20.000 euros, cifras que disuaden a muchos potenciales compradores, especialmente cuando se compara con el mantenimiento más económico de vehículos de combustión interna. Este problema, eso sí, no es único de los coches eléctricos, ya que los vehículos híbridos, por pequeña que sea la batería que equipen, también tienen que lidiar con el alto coste de su sustitución en caso necesario.
Finalmente, la infraestructura de carga sigue siendo un obstáculo. Aunque los esfuerzos por expandir la red de cargadores han mejorado, sigue siendo insuficiente en muchas regiones. Este problema es especialmente agudo en países en desarrollo y áreas rurales, donde la falta de puntos de carga y la mayor distancia entre ellos crea incertidumbre para los conductores. En España, por ejemplo, se calcula que hay cerca de 10.000 puntos de carga que, si bien están ya instalados, no están en funcionamiento por problemas técnicos o burocráticos.