LA VELOCIDAD MÁXIMA ACTUAL, DESDE 1973
El eterno debate entre los conductores españoles cobra fuerza con las medidas que se están aprobando o cuanto menos estudiando en otros países de la Unión Europea.
En octubre de 2023 se supo que algunos países de la Unión Europea, como República Checa e Italia, tenían intención de incrementar la velocidad máxima permitida en sus vías rápidas hasta los 150 km/h. La nación centroeuropea ya ha aprobado esta medida para ciertos tramos de autovía, mientras que la mediterránea aún lo estudia. Además, en ambos casos, son territorios por los que, según el tramo de carretera, ya era posible circular legalmente a 130 km/h, es decir, 10 más de lo autorizado en España. ¿Veremos aquí un aumento en este sentido algún día?
Lo cierto es que la Dirección General de Tráfico se vanagloria, no sin motivos, de que nuestro país es uno de los más destacados de la UE en términos de seguridad vial, pues registra menos víctimas por accidentes, proporcionalmente, que en la mayoría de los que comprende tal organismo geopolítico, muchos de los cuales pueden considerarse altamente desarrollados. Según la entidad del Ministerio del Interior en cuestión, una limitación más estricta de la velocidad, tanto en carreteras convencionales como en autovías o autopistas, es clave para la reducción de la siniestralidad y de la mortalidad.
Sin embargo, cada vez más naciones europeas se plantean una notable ampliación de la velocidad máxima permitida, al menos en ciertos tramos, por varios motivos. El más importante tiene que ver con una necesaria adaptación de la normativa específica a las capacidades de los vehículos modernos, así como su adecuación a la mejora que se ha aplicado sobre las infraestructuras viales en los últimos años. Otro tiene que ver con el progreso de la movilidad en términos de fluidez del tráfico, de tiempo efectivo de viaje y, sobre todo, de estandarización del reglamento para que la circulación transfronteriza evolucione y esté pronto lo más alineada posible entre miembros comunitarios (UE).
Aunque una medida aprobada por el Parlamento Europeo podría estar por encima de la ordenanza de la DGT, lo cierto es que Bruselas aún concede a cada país la potestad (casi total) para determinar sus normas viales y España, por suerte o por desgracia, todavía está muy lejos de dar pasos en la línea de hacer más elásticos los límites de velocidad actuales, inclusive en autovía, que es donde ocurren menos sucesos fatales (esto es así incluso en las Autobahn alemanas).
Hasta cierto punto, es una decisión lógica, no sólo por el riesgo de accidentalidad o el impacto ambiental resultantes, sino por lo que supone circular a 150 km/h en un país con uno de los parques móviles más envejecidos de Europa (aproximadamente 14 años de media) y un mantenimiento deficiente de la red de carreteras. Por no hablar de que, con el tope en 120 km/h, existen muchas más posibilidades de aplicar sanciones a los conductores, bien sea por simples descuidos o por tremendas irresponsabilidades.
Quizá, lo más lamentable de este tema en nuestra región sea que el límite de velocidad actual se estableció en 1973, por lo tanto, hace ya más de medio siglo. Antes de ese año, el máximo ritmo permitido en autopistas era de 100 km/h, que fue el primero en aprobarse una década antes (entre el 74 y el 76 se permitieron los 130). Por ejemplo, en Grecia, Polonia o Bulgaria, se puede conducir más rápido que aquí en pleno 2024.