SU CONSUMO HA CRECIDO UN 3,2%
Según los datos del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), de los 597 conductores que fallecieron en un accidente en 2020, 291 dieron positivo
A pesar de que en España contamos con una tasa de alcoholemia permitida, la Dirección General de Tráfico (DGT) recomienda a todos los conductores (de vehículos a motor, pero también de patinetes y bicicletas) no circular si han bebido alcohol. La mínima consumición de este tipo afecta al sistema nervioso central e impide conducir con seguridad.
La ingesta de este tipo de sustancias por encima de los límites legales multiplica por cinco las posibilidades de sufrir un accidente. Cabe recordar que la legislación de nuestro país permite circular con una tasa permitida de 0,25 mg/l en aire espirado o de 0,5 g/l de alcohol en sangre: para los conductores profesionales y noveles estas cifras se reducen a 0,15 mg/l en aire espirado y 0,3 g/l en sangre.
La presencia de alcohol en nuestro cuerpo causa una depresión no selectiva, deteriora la función psicomotora, disminuye la percepción sensorial (vista y oído), modifica el comportamiento… una serie de efectos que se agudizan en función del nivel de alcoholemia. Estas son las consecuencias de la ingesta de bebidas alcohólicas:
Edad, sexo, peso y comida: así influyen
Estos son los efectos, pero ¿cuáles son los factores que determinan cómo afecta la ingesta de alcohol a cada conductor? La edad, el sexo y el peso juegan un papel fundamental. No en vano, los menores de 18 y los mayores de 65 años son más sensibles. Hombres y mujeres procesan la bebida de forma diferente y, además, su distribución y concentración también varía en función del peso de cada persona.
Por otro lado, la absorción de este tipo de líquidos depende de cuánto hemos comido antes y durante: si no hemos ingerido ningún alimento, la cantidad de alcohol que pasará a la sangre será mayor y lo hará más rápidamente. Lo mismo sucederá si nuestro ritmo de ingesta es alto. Y, por último, no hay que olvidar el papel que juega cada tipo de bebida: las fermentadas (cerveza y vino) son más lentas que las destiladas (ginebra, ron, vodka, whisky…) y si estas últimas van acompañadas de bebidas gaseosas, la alcoholemia aparecerá mucho más rápido.
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