Se trata de un homenaje al primer vuelo transatlántico sin escalas
La compañía británica ha diseñado sobre su Wraith un tributo sobre ruedas al viaje realizado en 1919 por John Alcock y Arthur Brown.
En el centro de hangar. Así ha presentado Rolls-Royce su última apuesta antes de viajar directamente a Villa d’Este a orillas del Lago Como para estar presente un año más en el Concorso d’Eleganza. Con el nombre de Wraith Eagle VIII, el departamento Bespoke Collective en The House of Rolls-Royce, encargado de los proyectos especiales de la firma británica, ha creado un homenaje con el que se quiere rendir tributo a uno de los acontecimientos más cruciales del Siglo XX. el primer vuelo transatlántico sin escalas en junio de 1919.
El capitán John Alcock y el teniente Arthur Brown fueron capaces de volar sin escalas desde San Juan de Terranova a Clifden (Irlanda) en un bombardero Vickers Vimy, el cual estaba propulsado por dos motores Rolls-Royce Eagle VIII de 20,3 litros y 355 CV. Precisamente en honor de aquel viaje y los propulsores utilizados para impulsar ese avión se ha creado esta edición especial de la que se ensamblarán 50 unidades en la sede de Rolls-Royce en Goodwood, West Sussex.
Si el exterior es capaz de embelesar, combinando en su carrocería bitono con los colores gris metalizado y Selby, separados en este caso por una línea de latón, es en el interior donde el departamento de operaciones especiales de Rolls-Royce ha realizado un trabajo apabullante. El gris Selby y el cuero negro se combinan en el habitáculo, con detalles en latón como el de los altavoces que muestran la distancia de vuelo estimada de 3025 km y los monogramas RR están bordados en hilos de color latón en los reposacabezas. ¿Por qué tanto protagonismo a dicho material venido a menos en la actualidad? A principios del pasado siglo fue una de las claves para los primeros aviones y los métodos de construcción de la época.
El interior es una obra de arte, con numerosos guiños al vuelo transatlántico que incluye el salpicadero con una interpretación moderna de la vista aérea que tuvieron los aventureros, en este caso con incrustaciones de oro, plata y cobre en eucalipto ahumado, mientras que si los ocupantes miran al techo podrán comprobar un cielo estrellado con 1,183 luces LED que muestran la disposición del cielo en el momento del vuelo en 1919. Una luz roja de fibra óptica muestra el punto medio del viaje. El reloj con efecto de fondo helado que brilla con un verde tenue de noche, todo ello inspirado en el viaje, cuando el cuadro de mandos se congeló y las llamas provenientes de los motores de combustión reflejaban en él.
“No sé qué deberíamos admirar más: si su audacia, su determinación, su habilidad, su ciencia, su avión, sus motores Rolls-Royce, o su buena suerte”, dijo Sir Winston Churchill cuando supo del éxito del viaje de Alcock y Brown, una frase que también forma parte del interior al estar tallada en una placa que nos recuerda este pedazo de historia.