SEGÚN UN ESTUDIO NORUEGO
Un estudio llevado a cabo en Noruega ha comparado las cifras oficiales de autonomía con las que ofrecen estos vehículos en situaciones de frío extremo.
Los coches se ven mermados con las temperaturas extremas: tanto los de combustión interna como los híbridos, los de gas y, por supuesto, los eléctricos. Estos últimos, eso sí, son los que se llevan la peor parte cuando las temperaturas disminuyen en exceso ya que dependen totalmente de una batería: así afecta el frío a su autonomía y a su capacidad de carga.
En general, la batería es un componente que sufre con el frío debido a su sensibilidad. Probablemente habréis observado que cuando las temperaturas son especialmente bajas, la energía de los aparatos electrónicos se acaba antes que en una situación normal: teléfonos móviles, tablets, ordenadores, cámaras… Los coches eléctricos no son una excepción. El problema aquí es que el frío incide en varios aspectos.
Así lo explican las conclusiones de un estudio que se ha llevado a cabo en Noruega, un escenario ideal para este tipo de pruebas debido a sus bajas temperaturas y a la elevada presencia de coches eléctricos en sus calles y carreteras. La NAF, que es la asociación de automovilistas, firma este informe que ha comparado las cifras oficiales del Ciclo WLTP con las que devuelven este tipo de vehículos cuando sufren los efectos del invierno.
Un 18,5% menos de autonomía
Para poder estudiar su comportamiento han evaluado diferentes modelos de baterías que circularon por vías urbanas e interurbanas, respetando siempre los límites, cuando el termómetro oscilaba entre los tres grados positivos y los seis negativos. ¿El resultado? Comparando las autonomías homologadas, los coches eléctricos pierden, a causa del frío, una media del 18,5% de su rango.
Esta pérdida tiene una explicación. La mayor parte de las baterías que se emplean en estos vehículos son de ion litio y para ofrecer el mejor rendimiento posible tienen que estar a una temperatura superior a los cero grados. Por debajo de esa barrera, el líquido del electrolito que está en el interior de las celdas se mueve más despacio y la batería pierde efectividad. Un comportamiento que se agudiza a medida que aumenta el frío hasta llegar a perder el 20% de su carga.
La recarga y el comportamiento del coche
La autonomía no es la única perjudicada: las bajas temperaturas también afectan a la carga del coche eléctrico por cómo fluye la energía ya que los tiempos podrían aumentar respecto a los habituales. El comportamiento del vehículo también es uno de los afectados ya que la capacidad de aceleración puede ser menor y la frenada regenerativa con la que se recupera energía para la batería también puede sufrir interferencias.
Eso sí, el estudio descubre un punto a favor de la resistencia de esa batería frente a los inviernos más crudos: si un coche eléctrico se queda tirado en medio de un temporal, la calefacción del habitáculo podrá funcionar sin problema alguno durante muchas horas.
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