Publicado en la revista Science Advances
La NASA descubre que la Luna está oxidada y aún intenta averiguar por qué
Una investigación conducida por investigadores de la Universidad de Hawái, junto con la agencia espacial, ha dado con la presencia de hematita en la superficie del satélite, cuando ‘a priori’ esto era imposible: “Al principio no me lo creía”, dice una de las investigadoras.
Parece imposible; de hecho, ni la propia NASA se lo termina de creer. Pero un grupo de investigadores de la Universidad de Hawái ha encontrado trazas de hematita en la superficie lunar —un mineral que se produce cuando el hierro se expone al oxígeno y al agua—. Es decir, se ha descubierto que la Luna está oxidada. Y los investigadores quieren saber por qué.
A ojos de los científicos, este hallazgo en nuestro satélite vecino es inverosímil por la falta de oxígeno. Si bien la NASA explica en un comunicado que el óxido es habitual en Marte, en la Luna su presencia no tiene ningún sentido: “Marte es conocido desde hace mucho tiempo por su óxido. El hierro en su superficie, combinado con agua y oxígeno del pasado antiguo, le da al Planeta Rojo su tonalidad. Pero los científicos están desconcertados, puesto que han encontrado pruebas de que nuestra Luna —que está ausente de aire— tiene óxido”, escribe la agencia espacial.
¿Por qué está oxidada la Luna?
Shuai Li, conductor principal de la investigación, se dedicó a estudiar restos de agua en la superficie del satélite. Dichos restos se pudieron descubrir gracias a la nave Chandrayaan-1, procedente de una misión india de 2008. “El agua interactúa con la roca para producir una diversidad de minerales, y la luz reflejada en las superficies reveló que los polos de la Luna tenían una composición muy diferente a la del resto”, escribe la NASA.
Li se centró en esos polos tan extraños: “Era muy intrigante”, describe. El propio investigador explica que, aunque la superficie de la Luna está llena de rocas ricas en hierro, es muy raro encontrar hematita.
“El misterio comienza con el viento solar”, espeta Li, que incide en que los fenómenos que se han dado en la Luna no explican su óxido, más bien todo lo contrario: “Hay una corriente de partículas cargadas que fluye desde el Sol, encargada de bombardear la Tierra y la Luna con hidrógeno. El hidrógeno dificulta la formación de hematita. De hecho, es lo contrario de lo que se necesita para producirla”, expresa el científico.
Li, ante sus crecientes dudas, decidió contactar con otros expertos que, en gran medida, tuvieron la misma reacción que él: “Al principio, no lo creía por completo”, escribe Abigail Fraeman, científica del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. “No debería existir [el óxido] en base a las condiciones presentes en la Luna”, insiste, aunque también explica que, desde que supieron de esto, se empezó a especular con que la Luna tiene muchos más minerales de los que los científicos sospechaban (aunque todavía no están seguros).
Tres puntos para explicar lo inexplicable
En su comunicado, la agencia espacial da algunas pistas de cómo ha sido la investigación: “Se elaboró un modelo de tres puntos para explicar cómo se podría formar el óxido en un entorno así”. Lo primero que había que tener en cuenta es el oxígeno —cabe recordar que el óxido solo se puede formar al mezclar el oxígeno con el agua—. Y lo cierto es que, aunque la Luna carece de atmósfera, sorprendentemente sí alberga trazas de oxígeno. ¿La razón? Nuestro planeta.
“El campo magnético de la Tierra se arrastra detrás del planeta como una manga de viento. En 2007, el orbitador japonés Kaguya descubrió que el oxígeno de la atmósfera superior de la Tierra puede viajar en esta cola magnética, como se la conoce oficialmente, viajando las 239,000 millas (385,00 kilómetros) hasta la Luna”, explica la agencia espacial.
Esto explicaría por qué la parte de la Luna que da de cara a la Tierra es la que más óxido tiene. Según Li, “sugirió que el oxígeno de la Tierra podría estar impulsando la formación de hematita”. También hay que tener en cuenta que ambos objetos en el pasado estuvieron mucho más cerca que ahora, hasta el punto de separarse miles de kilómetros: “También es posible que más oxígeno atravesara esta grieta, cuando los dos estaban más cerca en el pasado antiguo”, reza el texto.
Curiosamente, la “cola magnética” de la que hablamos es la que hace que el hidrógeno que viene del Sol —absolutamente incompatible en la creación de óxido—se estabilice. Es decir, el rastro de oxígeno que va de la Tierra a la Luna no solo transporta las partículas necesarias para generar óxido, sino que además bloquean el hidrógeno que evitaría su originación (más del 99% del viento solar, según la NASA).
La última pieza del “rompecabezas”, como dice la entidad, es el agua. La misma que en 2008 el orbitador indio fue capaz de avistar; lo único es que no se encuentra en la parte visible del planeta: “Si bien la mayor parte de la Luna está completamente seca, se puede encontrar hielo de agua en los cráteres lunares sombreados en el lado opuesto de la Luna”, explican. El problema es que el óxido no estaba ahí, sino en una zona, en principio, seca.
Shuai Li ha intentado explicar esto. Según su investigación, las partículas de polvo que se mueven rápidamente y que azotan regularmente la Luna podrían liberar moléculas de agua, transportadas por la superficie, que después se mezclan con hierro en el suelo lunar: “El calor de estos impactos es lo que podría aumentar la tasa de oxidación”, sentencia.
La NASA, así como todos los investigadores que han formado parte del hallazgo, concluye resaltando que todavía queda mucho trabajo por hacer: “Se necesitan más datos para determinar exactamente cómo interactúa el agua con la roca”, espeta y, según la propia entidad, quizás lo aprendido en esta investigación sirva para resolver un “misterio” diferente: “Por qué se están formando también cantidades más pequeñas de hematita en el lado opuesto de la Luna, donde el oxígeno de la Tierra no debería poder alcanzarlo”. Otro quebradero de cabeza para el equipo de Hawái.