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¿Qué pasa en Venus? El debate por el hallazgo de vida alienígena, más 'vivo' que nunca

La fosfina es una posible biofirma extraterrestre, pero hay expertos que dudan de la veracidad del descubrimiento. Los propios conductores del estudio admiten que no se han completado todos los pasos y que hay otras explicaciones para la presencia de este gas, que además ha sido utilizado por la humanidad como arma mortal.

Si un alienígena se pasara por la Tierra y nos preguntara por la fosfina, difícilmente daría con una respuesta positiva. De hecho, es uno de los gases más letales con los que la humanidad ha tratado: altamente inflamable, explota a temperatura ambiente; en grandes dosis podría ser mortal y durante la Primera Guerra Mundial fue utilizado como arma biológica.

No parece el mejor currículum para optar al trabajo de generar vida —y menos aún cuando es capaz de originarse en espacios donde no hay oxígeno—. Pero, paradójicamente, fuera de nuestro planeta este compuesto podría ser el origen de microorganismos en Venus. Es decir, en palabras de los científicos que lo han descubierto, podría ser la prueba de que “no estamos solos”.

Este hallazgo ha sido ampliamente acogido por una parte de la comunidad científica. Escepticismos aparte, demostrar que hay fosfina en Venus solo puede ser positivo de cara al estudio de otros planetas. Además, se suma al descubrimiento de esta misma sustancia en Júpiter y Saturno, aunque este se dio algo antes, en 2009 —el primer atisbo de fosfina fuera de la Tierra se dio en 1977—.

Ahora bien, pese a que esto pueda implicar la existencia de vida, algunos de los expertos en el estudio de este gas apuntan que no es la explicación más probable. Por ejemplo, Dirk-Schulze Makuch, astrobiólogo de la Universidad Técnica de Berlín, indica que “las posibilidades de que haya vida en Venus han aumentado”, pero ello “no demuestra” la presencia de biología: “Hay muchas incógnitas sobre nuestro “planeta gemelo”, y muchos procesos y reacciones químicas que no comprendemos”, escribe en un artículo.

En esta línea, John Carpenter, científico del observatorio ALMA, lleva su escepticismo todavía más allá: “Han dado los pasos adecuados para verificar la señal, pero sigo sin estar convencido de que sea real”, cuenta a National Geographic. Según el experto, la señal captada por el telescopio es débil, y el procesamiento de datos que tuvo que efectuar el equipo de la investigadora Jane Greaves era excesivo. Es más, para Carpenter, dicho procesamiento podría haber generado una “señal artificial” muy parecida en su frecuencia a la fosfina. Es decir, todo podría ser un error.

Por su parte, el equipo que ha conducido la investigación lamenta no haber podido completar todos los pasos de su estudio. Para confirmar la detección de moléculas ajenas a la Tierra, es fundamental encontrar múltiples señales de la misma molécula, que deben repartirse entre diferentes longitudes de onda. Algo que, a causa de la pandemia, no ha podido materializarse todavía: “Es decepcionante no tener estas pruebas”, afirma Sousa-Silva, astrónoma del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) al medio citado.

¿Nueva misión a Venus? Así se ha gestado el descubrimiento

El revuelo generado por este hallazgo está más que justificado. Todo viene por la publicación de un estudio en la revista 'Nature Astronomy', conducido por astrónomos de distintas partes del mundo. En 2017, Jane Greaves, investigadora de la Universidad de Cardiff, y sus colegas decidieron examinar Venus con el telescopio James Clerk Maxwell, ubicado en Hawai.

Este aparato, que escanea el cielo en longitudes de ondas de radio, permitió a Greaves y su equipo buscar gases o moléculas raras que pudieran ser de origen biológico. Las señales encontradas dieron con un descubrimiento mayúsculo: ¿había fosfina en Venus?

Greaves decidió ponerse en contacto con Clara Sousa-Silva, astrónoma del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Se trata de una investigadora reputada en el tema: sus estudios de posgrado estaban exclusivamente enfocados en saber si la fosfina era una posible biofirma extraterrestre —una sustancia que implica la presencia de vida—. Y, además, había publicado una investigación que confirmaba que esta sustancia podía encontrarse en la atmósfera de otros planetas.

No obstante, hubo que esperar a 2019 para dar el gran paso. El equipo, ahora formado por Greaves y Sousa-Silva, pudo hacer el seguimiento de esta sustancia desde un telescopio mucho más avanzado: el ALMA, ubicado en Chile. De nuevo, se detectó fosfina; concretamente, a unos 60 kilómetros de altura con respecto a la superficie terrestre, en las nubes de Venus. Y no fue un hallazgo anecdótico: las señales recogidas por las expertas indican que la presencia de este gas en nuestro planeta vecino es mil veces superior a la de la Tierra. Aunque, como dicen los astrónomos, esto no tiene por qué significar que hay vida.

Parece haber consenso entre los astrónomos a la hora de catalogar la importancia de este trabajo, pero el entusiasmo por encontrar vida es igual de celebrado que de comedido. Uno de los grandes pasos de Greaves y Sousa-Silva ha sido el de poner de nuevo a Venus en el debate astronómico. La NASA no envía ninguna sonda allí desde el año 1989, mientras que Dirk-Schulze Makuch asegura que una misión para recoger unas pocas muestras de gas es más que posible. Ahora, como señalan los expertos, solo se puede hacer una cosa: “Seguir trabajando”. Aunque la emoción por encontrar vida extraterrestre es prácticamente incontenible. Al fin y al cabo, nunca hemos estado tan cerca.

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