LIBERAN UNA TOXINA
Tras su inocente apariencia esconden el peligro: cuidado con las orugas procesionarias
Los médicos alertan del riesgo que suponen las orugas procesionarias. Acercarse demasiado a ellas puede provocar reacciones cutáneas severas en ojos, boca y bronquios.
La llamativa imagen de una procesión de orugas en fila india que se puede contemplar en las zonas de pinares puede despertar la curiosidad de cualquiera, pero ojo: acercarse demasiado para hacerles una foto o simplemente para verlas con mayor detalle puede acabar en una desagradable experiencia.
La procesionaria del pino ('Thaumetopoea Pityocampa') es un lepidóptero que, cuando es oruga y ha alcanzado su madurez, desciende de los árboles al suelo y desfila en grupo hasta que busca un lugar en el que enterrarse para transformarse en crisálida y salir en forma de mariposa.
Las orugas de la procesionaria poseen pelos urticantes que liberan cuando se sienten amenazadas, lo que produce reacciones alérgicas e inflamatorias a quienes las tocan o se acercan demasiado.
En el caso de animales domésticos, mayoritariamente perros, llegan incluso a generar necrosis en los tejidos de la boca que pueden provocar amputaciones parciales de la lengua.
Entre humanos, el contacto con las procesionarias del pino pueden producir excepcionalmente reacciones alérgicas con afectación generalizada: cutánea, respiratoria y malestar general, según detalla la doctora Carmen Marcos, jefa del servicio de Alergología del complejo hospitalario de Vigo.
Lo más habitual son reacciones cutáneas, principalmente en forma de urticaria, para lo que se recomiendan antihistamínicos orales o corticoides si la clínica es intensa; y conjuntivitis, enumera la doctora Marcos. Peor lo llevan los animales de compañía, sobre todo los perros, ya que los gatos "son más selectivos con lo que se llevan a la boca", explica a Ana Encisa González, directiva del Colegio de Veterinarios de Pontevedra.
Señala esta especialista que las incidencias por procesionaria son las urgencias veterinarias más comunes entre febrero y mayo, y que se suelen dar con más frecuencia entre cachorros por su mayor curiosidad y también "inconsciencia" ante el peligro que los ejemplares adultos.
Advierte de que si no se controla la zona afectada por la toxina que liberan las orugas procesionarias con antibióticos, antihistamínicos y limpiezas locales con antiséptico, puede derivar en una necrosis fisular y la pérdida de parte de la lengua del perro.
Añade que solo en el caso de que se desencadenara una "gran reacción anafiláctica", sumada al "descuido" del dueño de la mascota a la hora de hidratarlo y alimentarlo, podría dar pie a la muerte del animal. Rosa Pérez, responsable de laboratorio de artrópodos y control integrado de la estación fitopatológica de Areeiro, en Pontevedra, indica que la de la oruga procesionaria es una plaga que afecta en general a las zonas de pinares y que se suele manifestar de forma más evidente en los años más secos.
Explica que por norma general salen de la crisálida en los meses de verano y ponen los huevos, de los que a su vez salen las orugas, que en la época más fría del año se envuelven en hilos de seda, conocidos como bolsones. Una vez que completan su desarrollo descienden en procesión de los árboles y se entierran en el suelo para completar su ciclo vital. La estación fitopatológica de Areeiro ha constatado en los últimos años un adelantamiento de esta última fase. En 2011 no fue hasta el 1 de abril cuando recibieron los primeros avisos de procesiones.
En 2018 se empezaron a ver las procesiones de orugas en la tercera semana de diciembre. Rosa Pérez incide en que la de la procesionaria del pino, que también ha encontrado su hábitat en los cedros, es una plaga que "se puede controlar, pero no erradicar". Avala la eficacia de métodos como la colocación de nidales de aves depredadoras de 'Thaumetopoea Pityocampa' y también de collares o conos invertidos en los troncos de los árboles para evitar que desciendan. Ahora bien, advierte de que las orugas pueden buscar otras alternativas como descolgarse de los árboles por los hilos de seda que tejen para hacer los bolsones.
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