Nosferatu vuelve a los cines por Navidad

Los vampiros llevan más de un siglo hincándonos el diente (y parece que van a continuar otro más)

Temibles, misteriosos e, incluso, sexys. La nueva adaptación de Nosferatu pone de manifiesto que los vampiros siguen obsesionándonos como el primer día.

Nos obsesionan y es imposible escapar de ellos. Con el regreso de Nosferatu a los cines de mano de Robert Eggers, repasamos las muchas vidas vampíricas que el cine nos ha traído. Desde condes trajeados, hasta adolescentes pálidos. A dentelladas llevamos más de un siglo completamente obsesionados con la idea de que nos chupen la sangre.

La historia de los vampiros nos habla de nuestros impulsos y deseos más primarios. Una obsesión que podríamos trazar desde los cuadros de Philip Burne-Jones hasta las primeras películas en que Drácula fue protagonista. A Jones le atribuimos las primeras representaciones erótico-festivas de estos seres. En uno de sus cuadros más famosos, una joven descansa con un gesto de satisfacción sobre un hombre desmayado, sin que al espectador le quede claro cómo, o por qué, ha quedado en ese estado.

Hubo que esperar unas décadas para empezar a verlos en la gran pantalla. George Méliès les incluyó en su Mansión del diablo. Visionario donde los haya, el creador de El viaje a la luna incluyó una bandada de murciélagos al principio de este cortometraje, considerado por muchos como la primera película vampírica de la historia.

Vampiras y nazis

Los años 20 arrojaron la figura de la vamp al centro de las fantasías de todos los hombres de la época. Estas mujeres, enlutadas, de ojos siniestros y penetrantes se postularon como toda una referencia del empoderamiento femenino para las feministas de las décadas siguientes. Las mujeres que las encarnaron se convirtieron en grandes estrellas. Desde Musidora, protagonista de Louis Feuillade en Les Vampires, hasta Theda Bara. Imposible pensar en los iconos góticos y punk de los años 70 y 80 sin invocarlas a ellas.

Los alemanes convirtieron el mito vampírico en un reflejo de su propia sociedad a través de M, el vampiro de Dusseldorf o Nosferatu. Murnau y Fritz Lang le dieron un semblante temible a aquellos aristócratas antiguos, venidos de los Cárpatos y con intenciones nada halagüeñas. No es de extrañar que muchos vieran en su cine un sino del nazismo que se cernía sobre Alemania.

Cada vez más sexys

Pero si pensamos en Drácula es imposible no mencionar a Béla Lugosi, el actor austro-húngaro que más hizo por el personaje y que terminó sus días creyéndose, él mismo, un descendiente de su noble maestro. Eso sí, viviendo en Hollywood en vez de en inhóspitos castillos. Lugosi evitó los colmillos y le devolvió al conde el sex appeal y la elegancia que sus ancestros europeos le habían legado.

El retrato de Lugosi sirvió de inspiración a Germán Robles para la adaptación mexicana de El Vampiro de Fernando Méndez, en1957. Aunque antes de eso le habíamos escuchado hablar en castellano. Durante la filmación del clásico de Lugosi, una adaptación en castellano, usando los mismos decorados y distintos actores, fue rodada en paralelo a la cinta original.

Desde entonces los vampiros se convirtieron en sinónimo de seducción y erotismo. No es de extrañar que Stephenie Meyer les escogiese como protagonistas de su saga Crepúsculo, un retrato que difería de la leyenda original pero que amasó una nueva oleada de fans deseosos de sangre y cuerpo translúcidos.

Nosferatu vuelve

Es imposible mencionar todas las vidas cinematográficas que los chupasangres han tenido. Pero Nosferatu siempre será uno de sus mayores exponentes. Un ser deforme, terrible, con el aspecto de un murciélago capaz de atemorizar a sus víctimas con solo proyectarse como una sombra sobre ellas.

La nueva adaptación de este clásico del terror promete devolver a este ser a sus vestiduras originales. Con un elenco de lujo: Willem Dafoe, Lilly Rose Depp y Bill Skarsgård, experto en eso de convertirse en un ser demoníaco. Una adaptación más fiel a la original, aunque, eso sí, con una buena dosis de magnetismo vampírico, el mismo que nos atrae, década tras década, hasta sus garras para ser mordidos por estas criaturas de la noche.