"Gracias a mi familia nunca abandoné la escuela"
Raphinha relata su infancia de "vagabundo": "Perdí muchos amigos en el mundo del crimen"
El futbolista brasileño del Barça ha explicado cómo fueron sus duros inicios y las piedras que le ha puesto la vida en el camino y que ha conseguido superar.
"Necesito contarte una verdad: es muy complicado. Para alguien nacido en barrio como yo, es difícil mantenerse centrado...": así arranca Raphinha un artículo firmado y escrito por él mismo en 'UOL Esporte' en el que relata cómo ha sido su vida desde su infancia.
"Soy de Restinga (barrio de la Zona Sur de Porto Alegre). Es difícil seguir tu camino y no descarriarte. Aparecen oportunidades, y hay muchas. Prometen una forma más fácil de ganar dinero. Y ahí es donde la gente se pierde. Nunca me salí del camino, pero fui testigo, caminé junto a la gente que se estaba perdiendo", explica el flamante fichaje del Barça.
Durante su infancia, el jugador de 25 años tuvo que lidiar con el crimen y el narcotráfico en su círculo más cercano... y pasó factura: "Perdí muchos amigos en el mundo del crimen, en el narcotráfico... Amigos que jugaba diez veces mejor que yo y que podrían haber estado en un gran club de fútbol del mundo".
Eso sí, gracias a que su familia estuvo ahí no se desvió del "camino": "Tener estos ejemplos cerca fue un factor importante para mantener mi enfoque. Sabía lo que quería desde muy joven: ser futbolista. Lograr este objetivo dejando un barrio es un gran sacrificio. Pero mi ambición era aún mayor. No me desvié. Si hoy hablan de mi 'magia' en el fútbol, digo... esta es la verdadera magia".
"Fue gracias a mi familia que nunca abandoné la escuela e ignoré las oportunidades que tuve de tomar el camino equivocado. Por ellos estoy aquí", añade.
A su vez, Raphinha explica que durante su infancia tuvo que pedir, aunque no por extrema necesidad: "Sería injusto decir que he pasado hambre en mi vida porque a mis padres nunca les faltó comida en casa. Aún así, después del entrenamiento, me paraba en la calle y le pedía a la gente que me comprara algo para comer o un refrigerio. Algunas personas me ayudaban, otras me llamaban vagabundo sin rodeos. Y no había nada que hacer, era esperar a que llegara el autobús a casa para poder comer algo. Yo tenía entre 12 y 14 años en ese momento".