1-3

Tchouaméni, el gran señalado en la derrota del Madrid en un Bernabéu que se despidió con pitada

El centrocampista francés, que fue sustituido al descanso, ha salido en la fotografía de los dos primeros goles del Milan.

Aurélien TchouaméniGetty

Noche para olvidar en el estadio Santiago Bernabéu tras una contundente derrota del Real Madrid ante un Milan que ha sido muy superior al conjunto blanco.

Los de Ancelotti, que venían de nueve días de descanso tras caer por 0-4 ante el FC Barcelona en la capital, han adolecido de los mismos problemas que se vio en el Clásico.

Endeblez defensiva, fallos en las marcas, desconexiones constantes, inoperancia ofensiva, falta de reacción desde el banquillo... en ningún aspecto del juego, quitando a Lunin, se ha salvado el Madrid.

Y, en esta dura derrota, ha habido un protagonista al que el público blanco ha señalado: Aurélien Tchouaméni.

El centrocampista francés, que fue sustituido al descanso, ha salido en la fotografía de los dos primeros goles rossoneros.

Primero, tras no saltar con contundencia en el primer palo en el córner que abrió el marcador para el Milan.

Después, una vez que Vinicius había conseguido el empate desde los once metros, por un pase fallido en campo propio y un posterior 'statu quo' en la media luna mientras ejercía de espectador de lujo en el gol de Álvaro Morata a puerta vacía.

Ya en la segunda parte entraron Camavinga, Brahim, Rodrygo y Fran García, que se contagiaron de la misma sintonía que había reinado en el equipo de Ancelotti en el primer acto.

De hecho, en una jugada de Rafa Leao que ejemplifica el quiero y no puedo del Madrid esta temporada llegó el tercer tanto milanista.

El colegiado del encuentro anuló un tanto de Rüdiger a falta de 10 minutos para el final por fuera de juego del central alemán que por un momento llegó a encender al público... hasta el jarro de agua fría enviado desde el VAR.

Sonora pitada del Bernabéu al término del partido tras la segunda goleada consecutiva en casa. Tiene mucho trabajo por delante Carletto y el público ya tiene un primer culpable: Tchouaméni.