La crónica de Sandro Pozzi
Biden, presidente de EEUU: una victoria inevitable al filo de la navaja
La célebre cita de Charles Dickens con la que arranca el primer párrafo de 'Historia de dos ciudades' no podía ser más oportuna dos siglos y medio después: "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura".
Estados Unidos despide una semana electoral de locura, en la que la mayor democracia del planeta se enteró de que estaba aún más dividida de lo que esperaba. La victoria de Joe Biden era inevitable. Pero caminó nada más cerrar las urnas en California por el filo de la navaja. La marea azul que vaticinaban las encuestas nunca llegó y el estrecho margen de votos en los estados clave fue el último recurso de Donad Trump para tratar de mantener viva una presidencia dominada por el caos.
La célebre cita de Charles Dickens con la que arranca el primer párrafo de 'Historia de dos ciudades' no podía ser más oportuna dos siglos y medio después, en la recta final de unas elecciones que registraron la mayor participación en tres generaciones y en pleno ataque a la integridad de su sistema por parte del presidente. “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura”, se puede leer en la obra.
La noche de las elecciones empezó con ritmo y desde el inicio Trump se mostró competitivo, tras la victoria en Florida. Era uno de los estados que iban a marcar la tendencia del recuento. También se hizo con Iowa y Ohio. Y de golpe, sus aspiraciones para renovar mandato se truncaron. Arizona, un bastión republicano, se tiñó a media noche de color azul. Le siguieron Wisconsin y Michigan, dos de los estados del cinturón industrial oxidado que le dieron la presidencia en 2016.
La atención se concentró en ese momento en Nevada, Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania. El recuento se bloqueó y en ese momento el Election Day se convirtió en la Election Week. La ansiedad se apoderó de todo el país y los estadounidenses se quedaron pegados a sus televisores para seguir las explicaciones de los expertos en política electoral, mientras les bombardeaban con datos y mapas para explicar cómo iban progresando los votos en cada condado.
Las de 2020 estaban llamadas a ser unas elecciones cruciales, por eso los dos candidatos pidieron a sus simpatizantes que salieran a votar, porque iba a contar hasta la última papeleta. Los dos ofrecieron visiones del país muy diferentes durante la campaña, como si vivieran en dos realidades completamente distintas. Y los dos consiguieron movilizar a sus bases en masa, hasta el punto de que en el voto popular que superaron el récord de Barack Obama en 2008.
La batalla legal comienza ahora
Pero como en la cita de Dickens, la gran fiesta de la democracia se tornó oscura cuando el presidente denunció sin aportar pruebas un fraude electoral y repudió a la otra mitad del país que había votado. No era una sorpresa. Llevaba meses advirtiendo que lo haría y el silencio de los republicanos puso en evidencia cómo la lucha partidista por el poder evitó que se forjaran consensos para afrontar problemas que afectan al ciudadano como la desigualdad, el cambio climático y salud.
La noche tampoco fue como esperaban los demócratas, porque la marea azul quedó al final en una pequeña ola. Eso fue precisamente lo que aprovechó Trump como excusa para rechazar reconocer la decisión de la mayoría de los estadounidenses y ahora la estabilidad de la democracia de EEUU dependerá de su concesión. El ya expresidente, de momento, deja claro que no se irá de la Casa Blanca sin antes luchar y demostrar que le echaron por un fraude.
Este choque de trenes está provocando, en paralelo, que se esté cuestionando la estrategia del propio partido demócrata en estas elecciones generales. Y no solo por las presidenciales. En lugar de hacerse con 15 nuevo asientos como esperaban en la Cámara de Representantes para reforzar su mayoría, están a riesgo de perder una cantidad equivalente. Algo similar pasó en el Senado, donde esperaban hacerse sin problemas con el control. Eso permitirá a los conservadores bloquear la agenda progresista de Biden.
Los republicanos, además, tendrán una posición más sólida para en las legislativas de 2022 tratar de hacerse con la Cámara Baja. El ala centrista del partido señala como culpable de esta catástrofe a los congresistas que están más a la izquierda. Les critican por haber lanzado un mensaje que permitió a Trump explotar la idea de que con Biden llegaría un socialismo que iba a arruinar aún más la economía y una ola la violencia que se iba a apoderar de los suburbios.
Los datos que llegan sobre el perfil del voto, de hecho, muestra que Trump ganó apoyos en todas las categorías, incluidos negros, latinos, jubilados y mujeres. Los legisladores progresistas, sin embargo, reaccionan señalando que no tuvieron ningún problema en renovar sus asientos y que lo hicieron además en distritos que permitieron a Joe Biden ganar en estados críticos como el de Michigan y Minnesota. Se avecina así una disputa irreconciliable entre los demócratas.