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A pagar por turistear

Italia toma medidas contra el turismo: Venecia cobra a los visitantes y Milán prohíbe la venta de pizzas después de medianoche

En un esfuerzo por abordar los problemas derivados del turismo de masas, Venecia cobra cinco euros por entrar a la ciudad, mientras que Milán busca restaurar la tranquilidad nocturna al prohibir la venta de pizzas y helados después de la medianoche.

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En un esfuerzo por abordar los desafíos del turismo de masas, dos ciudades italianas, Venecia y Milán, han tomado medidas radicales que han sacudido a los visitantes y residentes por igual.

Venecia, conocida como la 'ciudad de los canales', se ha convertido en la primera en el mundo en cobrar a los turistas por el simple acto de entrar a sus calles. Aquellos que no pasen la noche en uno de sus hoteles están sujetos a un cargo de cinco euros, un movimiento destinado a disuadir el flujo constante de visitantes. Sin embargo, la medida no ha estado exenta de controversia, con vecinos locales expresando su frustración por vivir en lo que perciben como un parque temático perpetuo. "Cuando salgo de casa, esquivo tres o cuatro despedidas de soltero", ha compartido una vecina veneciana, destacando las molestias diarias que enfrentan.

A pesar de la implementación del cargo, los residentes insisten en que se necesita un límite real en la cantidad de turistas que ingresan a la ciudad. De los 110.000 visitantes registrados en solo unas horas, solo el 10% ha pagado la tarifa, lo que sugiere que el sistema puede no ser tan efectivo como se esperaba.

El turista debe acceder a la página web del ayuntamiento de Venecia o ir a los puntos oficiales, pagar los cinco euros y a cambio obtendrá un código QR que deberá llevarlo encima, ya que hay 200 inspectores realizando controles aleatorios. Si uno de los inspectores te encuentra y no tienes el código, puedes pagar multas de entre 30 y 500 euros.

Mientras tanto, en Milán, otra medida controvertida está en camino. A partir de mayo, la ciudad prohibirá la venta de helados y pizzas después de la medianoche, en un esfuerzo por combatir el ruido y la suciedad en las horas nocturnas. Si bien la medida ha sido recibida con escepticismo por algunos, los defensores argumentan que es crucial para preservar la calidad de vida en la bulliciosa metrópoli.

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