ESTUVO EN UNA CÁRCEL

Liberado el periodista español Ferrán Barber tras permanecer un mes retenido en el Kurdistán iraquí

Barber asegura que fue detenido de forma arbitraria y sin ninguna garantía legal cuando intentaba entrevistar a milicianos germanos que combaten el Dáesh.

El periodista español Ferrán Barber ha sido puesto en libertad tras permanecer desde el 8 de agosto encarcelado en una cárcel de Erbil (Kurdistán iraquí), según ha informado Reporteros Sin Fronteras (RSF), que además denuncia "gravísimos malos tratos durante su cautiverio".

Según un comunicado de RSF, el periodista freelance viajó de Barcelona al Kurdistán iraquí a mediados del pasado mes de julio, contratado por una productora alemana para entrevistar a milicianos germanos que combaten al Dáesh.

Tanto él como el equipo con el que viajaba iban a viajar hasta Rojava (Kurdistán sirio), pero el español optó por acercarse primero al valle de Nahla, desde donde luego partió a pie con el objetivo de llegar a Rojava. Con la esperanza de hallar algún vehículo que le sacara de la zona, apareció un 'peshmerga' (combatiente kurdo iraquí) en coche y se ofreció a llevarle.

"No hay duda de que me estaban esperando y de que fue una emboscada en toda regla, porque me condujo a un lugar en medio de la nada y, al poco tiempo, apareció un grupo armado de Asayish, las fuerzas de seguridad, que literalmente me secuestró y llevó a la comisaría más cercana", relata Barber a RSF.

Al periodista le obligaron, según RSF, a firmar un papel escrito en árabe y le encerraron en un calabozo. Al día siguiente, le condujeron esposado, con otro detenido, hacia un lugar conocido como el centro de detención de Erbil que, en palabras de Barber, "ha sido transformado, más que en una prisión, en un centro de tortura donde se reprime a la oposición política al régimen, entre otros".

El periodista fue encerrado por la fuerza en la celda número 4, junto a 138 presos, el día 8 de agosto. Al final de su cautiverio, eran 160 reclusos en un espacio de 50 metros cuadrados.

"No había suficiente oxígeno, las temperaturas superaban los 50 grados algunos días y el sistema de renovación del aire era tan deficiente que uno vivía como en una especie de estado permanente de narcolepsia. El olor era nauseabundo y la comida, infame. Teníamos que ingerirla poniendo el peso de nuestro cuerpo sobre un pie y luego sobre, otro, para poder caber. Yo estaba en un estado constante de aturdimiento, muy debilitado físicamente", comenta el periodista.

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