SEGÚN LAS ÚLTIMAS ENCUESTAS
México celebra unas elecciones presidenciales que auguran el ascenso de la izquierda con López Obrador
México celebra este domingo unas elecciones presidenciales que casi han adquirido un carácter histórico porque por primera vez desde hace décadas podrían dar la llave del Palacio de los Pinos a la izquierda, gracias a Andrés Manuel López Obrador, un veterano de la política mexicana que, según todas las encuestas del último año, no tiene rival en las urnas.
Los últimos estudios demoscópicos solo reflejan leves variaciones que también le han beneficiado porque amplían su ventaja. El más reciente, de esta misma semana, le otorga casi un 50% de los votos, una cifra que le garantiza la victoria en un sistema electoral que, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, es a una sola vuelta.
Sin embargo, López Obrador sabe bien que los pronósticos, por muy ajustados que sean, pueden no cumplirse. En 2006 ya intentó llegar a la Presidencia en unos comicios que se le escaparon por un puñado de votos. Entonces, acusó a Felipe Calderón de "robarle" el cargo y acampó durante semanas en el emblemático Zócalo capitalino donde llegó a jurar como "presidente legítimo" de México.
Seis años después volvió a intentarlo. De nuevo se quedó en el segundo puesto, pero esta vez a una distancia razonable, unos siete puntos, de Enrique Peña Nieto, que devolvía al Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República después de los sexenios de Calderón y Vicente Fox, representantes del Partido Acción Nacional (PAN).
En su tercera tentativa, López Obrador compite con una coalición izquierdista, liderada por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y formada también por el Partido del Trabajo y Encuentro Social, bajo un nombre premonitorio: Juntos Haremos Historia. Ha tenido que prescindir del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que ayudó a fundar, porque sus dirigentes "traicionaron al pueblo" al firmar el Pacto por México de Peña Nieto.
Precisamente, el PRD es el único capaz de hacerle daño. Esta formación de izquierda ha optado por incorporarse a la extraña coalición que dirige Ricardo Anaya, en la que conviven su partido, el PAN, y Movimiento Ciudadano, ambos conservadores, y el propio PRD. Anaya figura como segundo en todas las encuestas con en torno a un 25% de las preferencias electorales.
El tercero en discordia es José Antonio Meade, el as en la manga del PRI para contener la sangría de votantes que vaticinan años de escándalos de corrupción que han salpicado a altos cargos: alcaldes, gobernadores y hasta Peña Nieto. Sus opciones, con alrededor del 20% de los votos, son escasas, por lo que parece que el plan del PRI no surtirá efecto.
De confirmarse estos pronósticos, López Obrador se convertiría en el primer presidente de izquierda que tiene México en décadas, lo que ha suscitado miedo a un cambio radical en un país donde este tipo de transformaciones se han producido tradicionalmente con violencia.
"Va a ser una revolución pacífica, ordenada pero profunda. Yo diría radical", declaró en su cierre de campaña electoral, celebrado la noche del pasado miércoles en el estadio Azteca de Ciudad de México, con capacidad para 90.000 personas, completamente abarrotado. Al instante matizó: "Espero que nadie se asuste porque la palabra radical viene de raíz".
Su objetivo es "arrancar de raíz el régimen corrupto, de injusticias y de privilegios" que, en su opinión, controla México. Si este domingo triunfa, eliminará los fueros políticos en todos los niveles de gobierno, lo que dejará expuesta a "la mafia del poder", y revisará los contratos públicos concedidos, sobre todo en el ámbito energético.
En la vertiente social, ha prometido congelar los precios de los combustibles para evitar otro "gasolinazo", fijar límites para los precios de los productos agrarios y aumentar sueldos, pensiones y becas, medidas que darían un balón de oxígeno a los 9,4 millones de mexicanos que aún viven en la pobreza extrema.
Estas propuestas le han valido el cartel de 'chavista', aunque también se le ha comparado con Donald Trump. Él prefiere medirse con Francisco Madero, Lázaro Cárdenas y Benito Juárez, a su parecer, los mejores presidentes de México. A quienes le dibujan como un populista hace tiempo que solo les responde "paz y amor". Si obtiene una tercera derrota, ha prometido que se irá a 'La Chingada', un rancho heredado que se encuentra en Palenque (Chiapas).
A sus 64 años, asegura que está al "cien por cien", a pesar del infarto que sufrió en 2013 y del "cóctel de pastillas" que toma desde entonces. No obstante, asume que no podrá esperar otros seis años a un cuarto intento.
Por su parte, Anaya, "un 'panista' de corazón" al que se le atribuye la refundación del PAN y la expulsión de la primera dama Margarita Zavala, ha optado por buscar aliados al otro lado del espectro político para frenar el imparable ascenso de López Obrador.
Así, en su programa electoral hay medidas como crear una renta mínima universal y multiplicar la inversión pública. Su baza es el "voto útil", según reconoció en el último mitin. También se presenta como alternativa a Meade.
El PRI modificó sus estatus para permitir que el ex secretario de Hacienda pudiera aspirar a la candidatura presidencial sin ser militante, en una jugada maestra que pretendía exonerarle de la corrupción del PRI. En este ring, Anaya ha prometido la "muerte civil" de todos los corruptos.
Los cierto es que ninguno de los dos candidatos están impolutos en este aspecto. A Anaya se le acusa de simular la venta de una nave industrial para recuperar el dinero haciendo que pasara por Canadá, Gibraltar y Suiza, en una supuesta operación de blanqueo de capitales. Meade, por su parte, ha sido señalado por, presuntamente, haber desviado recursos de la Secretaría de Desarrollo Social cuando era su titular.
Otro de los caballos de batalla en estos comicios será la violencia. México ha cerrado su campaña electoral más sangrienta, con unos 130 políticos asesinados, entre ellos cinco miembros de MORENA, el partido de López Obrador, que fueron acribillados a tiros esta misma semana en una zona rural de Oaxaca.
Una de las causas de esta ola de violencia es que este domingo los mexicanos no solo elegirán un nuevo jefe de Estado, también renovarán cerca de 3.400 cargos públicos, entre alcaldes, gobernadores, diputados y senadores, niveles inferiores donde los lazos entre la política y el crimen organizado son si cabe más estrechos.
López Obrador ha abordado esta problemática desde una perspectiva atrevida. Ha abogado por amnistiar a miembros del crimen organizado para "pacificar" México, aclarando que no se trata de un pacto con el 'narco', sino de un "proceso de reconciliación nacional" que busca la "tranquilidad" de los mexicanos. Al mismo tiempo, ha subrayado, creará una "súper Guardia Nacional fusionando los cuerpos de Policía, el Ejército y la Marina".
El líder izquierdista pretende firmar el final de una larga etapa caracterizada por la corrupción y la violencia, algo que reclaman cada vez más ciudadanos, sobre todo las nuevas generaciones, en lo que el 'New York Times' ha bautizado como la Primavera Mexicana. "Lo que son las cosas, soy el candidato de más edad, pero los jóvenes, con su rebeldía, saben que representamos lo nuevo", ha destacado AMLO.