La nueva relación entre el Peñón y Europa
Por qué Gibraltar no quiere ser español: estas son las ventajas de continuar siendo británicos para sus ciudadanos
La soberanía de esta ciudad de apenas 30.000 habitantes siempre es un tema candente. Pero, ¿por qué el Reino Unido no negocia su soberanía? ¿La situación se parece a lo que se vive en Ceuta y Melilla? laSexta reúne las claves para poder entender con propiedad qué es lo que España está negociando y por qué el Peñón es tan importante para unos… y tan perjudicial para otros.
Son apenas siete kilómetros cuadrados, un puñado de tierra que en otras circunstancias pasaría desapercibido dentro de un continente vasto y poblado, en la orilla de un mar casi vecinal. Son apenas siete kilómetros cuadrados, pero lo son todo: Gibraltar, la Roca -como se conoce en la zona-, el Peñón. El símbolo. De otras épocas, de negociaciones, países y soberanías. De colonialismo. De elección. Y, ahora, de fronteras y Brexit.
Desde que España cedió al Reino Unido esta minúscula ciudad, en 1713, el mundo ha cambiado. Las colonias -como es Gibraltar, según la ONU- ya no existen, vestigios de otros tiempos. Las guerras europeas se han terminado. España es otra. Sin embargo, algo se mantiene, incólume, y se ha refutado cada vez que ha habido ocasión: la voluntad de sus habitantes -hoy, casi 34.000-. Ellos son y quieren seguir siendo británicos. Son casi tantos como los cruces que, día a día, se hacen a la Verja.
¿Por qué? ¿Cuáles son las ventajas para un gibraltareño? ¿El Reino Unido no negocia su soberanía? ¿Se parece a lo que se vive en Ceuta y Melilla? laSexta reúne las claves para poder entender con propiedad qué es lo que España está negociando y por qué el Peñón es tan importante para unos… y tan perjudicial para otros.
He ahí el quid de la cuestión. “El Brexit es un problema territorial. Tanto hablar de economía digital y, al final, la batalla del Brexit es la barrera con Irlanda, la pesca y Gibraltar. Todo lo demás se puede negociar. Pero lo territorial sigue pesando muchísimo”, sonríe Juan Luis Manfredi, profesor de Periodismo y Estudios Internacionales en la Universidad de Castilla-La Mancha, en conversación con esta cadena.
Británicos, sí, pero europeos
La frontera entre La Línea de la Concepción (el municipio gaditano anexo a Gibraltar) y el Peñón siempre ha sido light, a pesar de ser una división entre países. Pero Gibraltar no es parte del Reino Unido, sino una colonia. Así lo considera el Tribunal de Justicia de la UE. En cambio, para los británicos, se trata de un territorio de ultramar. La diferencia no es baladí: así, arguyen que los gibraltareños han mostrado su voluntad de pertenecer a la potencia actual.
Así lo creen ciudadanos del Peñón, consultados por esta cadena y que prefieren no ser identificados. “Queremos ser gibraltareños por la misma razón que los españoles quieren ser españoles”, comentan. “Es lo que somos: tenemos una cultura y una historia propias y no queremos cambiar eso. Es muy difícil que alguien de una nacionalidad determinara que quisiera ser otra. Los portugueses no quieren ser españoles, los españoles no quieren ser franceses… Nosotros no queremos ser españoles”.
Los gibraltareños llevan “300 años con cultura, leyes, educación británicas. Esto es muy difícil querer cambiarlo a otra cosa. El sentimiento más fuerte no tiene que ver con ventajas materiales, necesariamente”, resopla una de estas fuentes. “Los ciudadanos saben muy bien lo que quieren. Quieren ser británicos, unánimemente, y en cuanto al Brexit, quieren ser europeos, casi unánimemente. Por razones de espacio, sociológicas, familiares, de amistad… Su vida está a caballo entre Gibraltar y España. Han tenido que salir porque forman parte de Reino Unido, con todo lo que implica”.
"Los portugueses no quieren ser españoles, los españoles no quieren ser franceses... Nosotros no queremos ser españoles"
“Lo más importante de un acuerdo internacional es quién decide, quién manda sobre el territorio”, apunta Manfredi. “Y en el preacuerdo que se ha alcanzado se habla de cualquier cosa menos de soberanía. Esa conversación no se mantiene, puesto que si hablamos de ello no habría principio de acuerdo para los próximos cuatro años”.
Sin embargo, sí tiene varias ventajas para España. La principal, que se reducen los puntos de fricción entre ambos países, “llamados a ser aliados”, apunta el profesor, y se respeta la voluntad de los ciudadanos, que querían seguir dentro de la Unión Europea [el 95% votó Remain].
“Es probable que los gibraltareños vean los beneficios de permanecer bajo la soberanía británica de muchas maneras diferentes, pero parece haber un apoyo casi universal para ello”, manifiesta para laSexta Jason Dittmer, especialista en Geopolítica y profesor de la University College de Londres.
“Se discute sobre Gibraltar como de Irlanda del Norte, lo que indica la importancia geoestratégica de la región para el Reino Unido”.
Cabe recordar que, en las orientaciones del Consejo Europeo del 29 de abril de 2017 sobre el Brexit se recoge que “una vez que el Reino Unido haya abandonado la UE, ningún acuerdo entre la UE y el Reino Unido podrá aplicarse al territorio de Gibraltar sin acuerdo entre el Reino de España y el Reino Unido”.
Y no es algo que caiga en saco roto. Gibraltar está presente en las conversaciones públicas del Parlamento británico. “Se discute sobre Gibraltar a la par que sobre Irlanda del Norte, lo cual indica la importancia geoestratégica de la región para el Reino Unido”, afirma Sofia Collignon, doctora y vicedirectora de la Unidad de Nueva Comunicación Política de la Royal Holloway de la Universidad de Londres.
¿Pueden ser sólo gibraltareños e independizarse?
Quizás, con la cuestión de Cataluña aún en el plano político, se pueda pensar que Gibraltar celebre un referéndum de autodeterminación. Pero, para empezar, ese no es el escenario que sus ciudadanos desean.
“Ellos no tienen dudas sobre su nacionalidad, cada vez que ha habido una consulta pregunta o votación ellos lo tienen claro”, alega el profesor Manfredi. “Tienen lo mejor de los dos mundos: el acceso de todos los servicios españoles, de primera calidad y sin problemas, y la nacionalidad británica, que da acceso a la libra, al as universidades, al mercado de competencia británico… si nadie te obliga a renunciar, ellos no van a renunciar”.
Gibraltar era español, un territorio más, hasta la guerra de Sucesión Española. La contienda, que tuvo lugar entre los primeros años del siglo XVIII, consiguió cambiar el mapa político de Europa. Antes de ser español, pasó por manos fenicias, romanas y árabes, al igual que el resto de Andalucía. Siempre, como un apéndice más de la bahía de Algeciras.
“Tienen lo mejor de los dos mundos: los servicios españoles y la nacionalidad británica, que da acceso a la libra, universidades, al mercado británico…”
De igual modo, ni aunque quisieran, podrían. No, si nos ceñimos al Tratado de Utrecht -cuya literalidad recoge que España cede a Reino Unido “la ciudad y el castillo de Gibraltar junto con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen”, que posteriormente fue renovado en 1763 y en 1783. Y, claro, no es factible cambiarlo sin que el conflicto salte por los aires.
Así lo cree el especialista en Estudios Internacionales, Juan Luis Manfredi: “Es un tratado muy particular porque quedó cerrado para siempre: la literalidad es por los siglos de los siglos. Es diferente al de Hong Kong, en el que la retrocesión estaba pactada”. Por eso, no habrá vuelta atrás por la vía de tratado porque “sería anómalo”. “Genera un problema de soberanía. La ONU incluyó al territorio como a descolonizar y eso hace que sean o británicos o españoles, pero no pueden ser nada más”.
Motor económico para los pueblos españoles
Según lo pactado, el control del territorio -la frontera- queda dentro del poder español y Gibraltar, cuya actividad principal son las finanzas y la logística portuaria, es un enorme motor económico exento de IVA y aduanas. “Es bueno el acuerdo porque los ocho municipios del Campo de Gibraltar dependen de él. El Peñón genera más riqueza que la que pueden generar ellos y es una zona falta de inversiones”, ahonda el experto Manfredi.
Esa riqueza, y esa tributación casi inexistente, es uno de los grandes pros que viven los gibraltareños como británicos. Una economía basada en bienes intangibles -tanto, que un 25% depende de las apuestas y el juego-, pero con un punto opaco -por apuntar a lo que queda fuera de la legalidad, con el contrabando-. Son dos hechos que incumplirían lo recogido en el tratado de cesión, lo que demuestra su obsolescencia. “El tratado prohíbe el comercio para evitar el abuso y el fraude. Se cede el Peñón pero no se podía comerciar. Incluso dice que no pueden vivir judíos en Gibraltar”, ríe este profesor.
La bonanza económica de Gibraltar es tal que impulsa también al resto de municipios aledaños
“Gibraltar necesitaría convertirse en el punto final del corredor mediterráneo. Así que puedes integrar una zona que económicamente necesita bastantes inversiones [el Campo de Gibraltar] a través de la red ferroviaria que conectaría la puerta del Mediterráneo con Francia”, apunta.
El régimen económico es una de las grandes banderas de Gibraltar. También se percibe así gracias a su relación con el Reino Unido. “Genera confianza económica en Gibraltar y lo convierte en un lugar seguro para invertir dinero”, explica el profesor Dittmer. “Por supuesto, la economía de Gibraltar se basa en su capacidad para variar sus impuestos y regulaciones tanto del Reino Unido como de sus vecinos, por lo que tener autonomía para determinarlos lo ha hecho económicamente muy exitoso”, indica.
Una prosperidad económica que también cuenta con un punto negativo para España: la competencia desleal. A nadie se le escapa que, quitando los negocios ilícitos que se dan, en la práctica, a uno y otro lado de la Verja, hay productos, como el tabaco, el fuel o el alcohol, que incurren en el dumping. Por eso, el principio de acuerdo incluye una mención específica para ellos: recalca la necesidad de crear impuestos específicos para “productos sensibles”, garantizar la igualdad de condiciones y “asegurar la trazabilidad de los productos del tabaco”, que se desarrollarán mediante la cooperación de ambas partes.
“Lo dijo el exministro de Exteriores, Dastis: ‘Nada más hay que mirar a La Línea para saber por qué los gibraltareños no quieren ser españoles’”
Esta tributación “excepcionalmente baja y un régimen fiscal con muchísimas facilidades no ayuda a que repercuta en la zona”, alega Juan Luis Manfredi. “Gibraltar está haciendo todo lo que puede para dejar de ser un paraíso fiscal. A ningún territorio le interesa serlo, pero sí tener cuentas y estados financieros opacos que no terminan de facilitar la responsabilidad fiscal. Cuanto más transparencia en la rendición de cuentas, más beneficios se quedan en la región y más inversión”.
“Eso de tratar de ver el ser gibraltareño como un tema de ventajas fiscales es hacerlo desde una óptica ajena a Gibraltar”, resopla un ciudadano del Peñón, que no quiere ser identificado. “Lo dijo el exministro de Exteriores, Dastis: ‘Nada más hay que mirar a La Línea para saber por qué los gibraltareños no quieren ser españoles’”.
Defensa e identidad
A ojos del especialista Jason Dittmer, la principal razón y ventaja de ser gibraltareño es que “su relación constitucional con el Reino Unido permite una autonomía casi total sobre los asuntos internos y el autogobierno, pero proporciona el respaldo del apoyo del Reino Unido si fuera necesario”. Es decir, durante una emergencia, “como un desastre económico o natural, Gibraltar puede pedir ayuda al Reino Unido”, se explaya.
Un ejemplo de esto es Montserrat, otro territorio británico de Ultramar, que ha estado sufriendo por la actividad volcánica durante más de dos décadas. “El Reino Unido ha proporcionado apoyo financiero y de otro tipo para mantener el territorio en funcionamiento. Por supuesto, el objetivo es ser autosuficiente, pero para un lugar pequeño, este tipo de seguro es inestimable”, razona el profesor de la University College.
Existe una cuestión de prestigio y nostalgia posimperial: Gibraltar como un lugar emblemático del antiguo Imperio Británico
Pero desde el punto de vista británico no ve grandes beneficios en mantener el Peñón. “Para el Reino Unido, los beneficios de la soberanía sobre Gibraltar son menos claros. La presencia militar en Gibraltar ha disminuido considerablemente desde la década de 1980, aunque sigue siendo una base de operaciones avanzada útil para las operaciones británicas en el norte de África o en otras partes de la región”, cuenta.
“También siempre existe una cuestión de prestigio y nostalgia posimperial, en la que Gibraltar figura en gran medida como un lugar emblemático del antiguo Imperio Británico. Allí existe una relación compleja con el sentido de responsabilidad del Reino Unido hacia sus territorios de ultramar y sus promesas a las personas que viven allí”, razona Dittmer.
Por eso, a ojos de Juan Luis Manfredi, “todo depende de la geografía”. “El Reino Unido nunca va a renunciar al Peñón. Podrá perderlo, pero no va a renunciar porque es un punto de entrada al Mediterráneo. Es un punto de aprovisionamiento, es la puerta que conecta el norte de África, Marruecos, Mediterráneo y Europa. Interesa porque es cómodo, cuenta con cierta opacidad, te permite operar. Es un sitio ideal para los espías o para quien quiera hacer una actividad al margen o sin dar demasiadas explicaciones”.
¿Es igual que Ceuta y Melilla?
Puede que, a priori, parezca que la situación de Gibraltar es comparable a la de Ceuta y Melila. Que compartan rasgos, puesto que, desde Marruecos, quieren intentar abrir el melón de la soberanía de las dos ciudades autónomas. Pero, ¿es así? ¿Sucede igual en ambas partes?
Lo cierto es que son casos muy diferentes. “Cada una tiene su historia y su recorrido. Creo que no hay comparación posible con Ceuta y Melilla porque son territorios autónomos españoles desde hace 6 siglos. No hay voluntad de ser otra cosa. No hay posibilidad de comparar con Gibraltar porque no es cesión entre coronas. No tiene sentido reclamar algo que antes no era tuyo”, indica Manfredi.
El Reino de Marruecos, que logró su independencia política de Francia y España en 1956, tiene su origen en el Sultanato de Marruecos en el siglo XVII. Para entonces, Ceuta y Melilla ya eran territorio español. “Geográficamente claro que son marroquíes, pero políticamente nunca han sido parte de su entidad ni en su identidad”.