La alternativa, la ropa de segunda mano
La industria textil, en el punto de mira por ser la segunda más contaminante e implicar un derroche de agua: "Para hacer una camiseta se necesitan 2.700 litros"
El textil es una de las industrias en el punto de mira. Se le atribuye el 10% de todas las emisiones planetarias de CO2. La solución: apostar por la ropa de segunda mano.
Cada día llegan 40.000 kilos de ropa a la planta de la Fundación Humana en Leganés. Allí se revisa, se selecciona y se decide si puede tener una segunda vida. "De toda la ropa que clasificamos, podemos dar una segunda vida a más del 90%", señala Juan Carlos Montes, portavoz de la Fundación Humana.
El gesto de depositar prendas que ya no usamos en un contenedor de ropa nos ayuda a todos, ya que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo. Representa el 10% de las emisiones globales por el uso de combustibles fósiles para su fabricación y por el transporte, ya que acostumbra a venir desde muy lejos.
Además, la producción de ropa implica un desmesurado derroche de agua: "Solo para hacer una camiseta se necesitan 2.700 litros", lamenta al respecto Celia Ojeda, portavoz de Greenpeace.
En España, solo el 10% de la ropa que desechamos llega a un gestor autorizado para su reciclaje. Sin embargo, gracias a ese porcentaje, en 2020 evitamos enviar a la atmósfera 51.500 toneladas de C02.
En este sentido, cabe destacar que algo está cambiando, y es que comprar ropa de segunda mano ha dejado de ser un complejo. "Parte de la ropa que clasificamos en las plantas va a nuestras tiendas de segunda mano y ahí hemos notado que en los últimos años las ventas han aumentado un 40%", indica Juan Carlos Montes, portavoz de la Fundación Humana.
MIra la etiqueta antes de comprar
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Y si deseamos comprar ropa nueva sin dañar demasiado al planeta, debemos mirar la etiqueta: dónde y cómo se ha fabricado el producto y qué tejido se ha utilizado. "Por ejemplo, una tonelada de lino emite muchísimas menos emisiones de carbono que una tonelada de otra fibra como el poliéster", explica Celia Ojeda. Y es que procede del petróleo y, al pasar por la lavadora, invade nuestros océanos de microplásticos. Pero lo más importante es coser, zurcir y volver a usar, como hacían nuestros abuelos.