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Elecciones Castilla y León

Perros, abrazos, mascarillas y a votar antes del vermú: así se vive la jornada electoral en un pueblo de 700 habitantes

La despoblación, el frío y la falta de las elecciones locales marcan unos atípicos comicios autonómicos atípicos en la región. LaSexta lo vive de primera mano desde una mesa electoral en la España Vaciada.

En breve

Son las nueve de la mañana en punto y se abre la puerta. Ya hay un par de personas esperando, pese a los gélidos 3ºC del exterior, y el primero entra con paso firme y acompañado de su perro al colegio. Es el cura del municipio: enseña el DNI, mete el sobre en la urna y se va con prisa. Ni dios ni los feligreses esperan, por mucho que esta sea una jornada electoral.

Es 13 de febrero y se celebran las elecciones autonómicas en Castilla y León. No estamos ante un gran colegio electoral de Valladolid o Salamanca. Más bien al contrario: se trata de un pequeño municipio del norte de Burgos, Merindad de Montija, con solo 645 censados con derecho al voto. Una cifra difícil de conseguir, debido al frío, la elevada edad de muchos de ellos y un factor fundamental: muchos constan como censados aunque residen en otras localidades más grandes hasta la llegada de la primavera.

Pero la jornada se desarrolla con normalidad y, con apenas 700 habitantes repartidos en 18 pueblos, todo el mundo se conoce. "Hace mucho que no nos vemos", dice un señor a otro con el que se encuentra en el Ayuntamiento, donde se encuentra el colegio electoral. Las normas contra el COVID-19 estipulan que no pueden quedarse charlando, pero pocos le prestan atención. "Nos vamos haciendo viejos, nos tenemos que cuidar", responde el otro. “Ahora, a leer el periódico”. Y se acaba la conversación.

Los abrazos y los besos son una constante. Con mascarilla, eso sí. Mascarilla que en buena parte protagoniza la jornada: no son pocos quienes se olvidan de ponérsela ni quienes se quedan cegados al empañarse sus gafas con los cambios de temperatura.

Pese a que la edad media del municipio es elevada, la de la mesa electoral -única, a falta de comicios municipales y locales- está compuesta por tres jóvenes de apenas 30 años. Algo que sorprende a muchos electores: "¿Sois todos de aquí? Nunca veo gente por la zona", dice, sorprendido, un hombre después de votar. No es para menos: el 50% de los jóvenes castellano-leoneses reside fuera de la región. Otro decide exhibir su envidiable vigor pese a su edad. "Salud y trabajo que no falten. Yo tengo 90 años y trabajo todos los días".

Cierto es que la fiesta de la democracia no es ninguna jarana: en la primera hora apenas votan 30 personas. A las 12 ya hay 100 votantes. Y, antes del mediodía, la gente se acerca a votar antes de tomarse un vermú. Fuera del colegio, claro. El dato de participación a las 14:00 es del 32,2%: 208 votos.

En la mesa cunde el desánimo. "Qué largo se me está haciendo", dice el presidente, a la espera de electores. La situación no lo pone fácil: el protocolo COVID-19 exige ventilación pero la sensación térmica en la calle es de seis grados. En los pies, algo menos. Mientras tanto, comprueba la única cabina de votación. Las papeletas que reponen: las del PSOE, las de Vox y las de la España vaciada.

Con todo, lo de formar parte de la mesa de un municipio tan pequeño tiene una ventaja y una desventaja, que es al mismo tiempo la misma. Todo el mundo te conoce, para bien y para mal. “¿Tú eres el de Pedro?”, “No te había conocido”, “Hacía muchos años que no te veía”, “¿Pasándolo bien?”, “Oye, cuando tengas un minuto tienes que pasarte por casa que la tubería está goteando”...

También para el alcalde, del PP, que se asoma de vez en cuando como apoderado de su formación. “Me voy a quejar a Génova (sede nacional del PP). Mira las horas que son y no habéis pasado a buscarme”, reclama, de broma, un vecino.

Tampoco faltan aquellos, jóvenes y mayores, a los que se les complica el votar: que intentan introducir el DNI en la urna, que intentan cerrar el sobre con gel hidroalcohólico –sale mal– o que sacan la papeleta del sobre para meterla, sin más, en la urna.

Pero tras el barullo de la mañana llega la calma de la tarde y, cuando anochece, ya está prácticamente todo el pescado vendido. El último voto se emite cuando queda media hora para el cierre del colegio. Es el 355, algo más de la mitad.

La Junta de Castilla y León había hablado de un sistema novedoso para hacer el recuento electoral, lo que se tradujo en una representante de la administración con una tablet enviando los datos de participación. Al cierre de la urna ha sido del 55%, 15 puntos menos que en 2019.

La desmovilización la han sufrido todos los partidos, que perdieron votos, salvo dos. El PSOE volvió a ser la primera fuerza, pero los ganadores claros fueron Vox, que cuadriplicó sus resultados de las anteriores elecciones; y Vía Burgalesa-España Vaciada, que se estrenó con el 8,45% de los apoyos en una zona muy castigada por la despoblación y la falta de servicios..

Unos resultados que hacen recordar a esa señora, pícara, que guiñó a la mesa tras dejar su papeleta: “A ver si tenemos suerte”.

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