MEMORIA HISTÓRICA

"Paquito vuelve al barrio": así viven los vecinos de El Pardo el inminente regreso de Franco

Los restos de Francisco Franco serán exhumados en los próximos días del Valle de los Caídos para volver a El Pardo, donde el dictador vivió durante más de cuarenta años. Los vecinos de la zona cercana al cementerio de Mingorrubio se debaten entre la incomodidad y el hartazgo sobre un tema que, creían, estaba olvidado.

Jueves 17 de octubre. 10:00 de la mañana. Llueve sobre El Pardo, un barrio de 3.456 vecinos del distrito madrileño de Fuencarral-El Pardo. Hace apenas una semana que el Gobierno de Pedro Sánchez anunció que la exhumación de los restos de Franco y su posterior traslado al cementerio de Mingorrubio se produciría entre los días 21 y 22 de octubre. En el camposanto, donde está enterrada la esposa del dictador, hay un gran despliegue policial ante la inminente llegada de su nuevo inquilino.

Dos agentes dela Policía Nacional custodian la entrada y solo dejan pasar, previa identificación, a familiares que vienen a visitar las tumbas o a los asistentes del entierro de las 11:00. Dentro del propio cementerio, un furgón policial vigila entre las lápidas. Uno de los agentes explica que este dispositivo de seguridad lleva en marcha ya varios días. Seguirá al menos "hasta que se haga el cambio", dice, midiendo cuidadosamente las palabras.

El 25 de octubre es la fecha límite, según el Ejecutivo. 48 horas antes, se avisará a la familia de Francisco Franco, por si quieren asistir a la exhumación. Los enterradores que se encargan del sepelio de hoy, sin embargo, no saben quién tendrá que volver a enterrarle, esta vez en Mingorrubio.

"Le enterrará quien esté de turno"

El más veterano aventura que de la inhumación se ocupará "quien esté de turno". Lo que sí tiene claro es que nadie en el servicio funerario de San Lorenzo de El Escorial quiere ser la persona que saque a Franco de su tumba en el Valle de los Caídos. "En el pueblo saben quiénes son", desliza, aludiendo a hipotéticas represalias.

Para él, todo este asunto de la exhumación es un error: "Han movido la mierda -resume- ¿para qué vas a mover eso ahora? ¿Para que salgan odios y rencores?".

La suya parece la opinión más extendida en la Colonia de Mingorrubio, construida durante la dictadura para alojar a los militares de la escolta de Franco. En este núcleo de viviendas rodeado de bosque viven unas 1.200 personas y un jueves lluvioso la actividad es escasa, más allá de quienes pasean a sus perros o salen a tomar el aperitivo.

El vecindario de Franco

El Pinar es el restaurante más cercano al cementerio. Su dueño, Moncho, nació en Galicia pero regenta este local desde hace más de tres décadas. El panteón de la familia Franco, asegura, lleva años descuidado: "Tienen la capilla con flores secas, humedades... El bisnieto vive ahí y nunca va", dice, señalando carretera abajo, en El Pardo.

Él conocía personalmente al matrimonio que durante años cuidó del cementerio. Allí, además de Carmen Polo, descansan los restos de Carrero Blanco, Arias Navarro y del dictador dominicano Rafael Trujillo.

"Tienen la capilla con flores secas, humedades... El bisnieto nunca va"

"Eso estaba olvidado, ahora es por la novedad", dice, explicando así la presencia policial y el trasiego de periodistas que últimamente se asoman a este rincón para preguntar por el dictador.

Moncho resta importancia a la afluencia de visitantes que pueda traer consigo la llegada de Franco, pero espera no perder a su clientela habitual "por un tipo de público nuevo". "Vendrán cuatro nostálgicos", anticipa. Él lo tiene claro: "Yo ya he dicho que ahí no, prefiero que me incineren".

Incertidumbre en los bares

- Son periodistas - le explica el camarero a un cliente.

- ¿Periodistas? ¿Ya te han preguntado por Paco? - contesta, entre risas.

El Flora es el otro bar de la colonia. La familia de Gregorio lo abrió en 1957 y tanto él como los parroquianos ya han desarrollado un sexto sentido para localizar a la prensa. "Todo el mundo viene preguntando lo mismo. El día que salió lo del Supremo, se inundó esto de periodistas".

El local está casi desierto. Un hombre juega a la máquina tragaperras. Fuera, pasa corriendo una unidad de la Guardia Real. "Están entrenando". Las instalaciones de este cuerpo se encuentran en El Pardo, que también acoge un cuartel de la Guardia Civil y el Centro Tecnológico de Seguridad.

"La que se va a liar", lamenta uno de los clientes, mientras echa azúcar en el café. "¿Qué daño hacía ese hombre ahí para que tengan que remover ahora? Las personas mayores de aquí lo que quieren es tranquilidad". Su mayor preocupación es lo que ocurrirá en el aniversario de la muerte de Franco: "Se va a volver a liar los 20 de noviembre".

12:30 horas. Comienza a entrar más gente. Dos señores que vienen en autobús desde el barrio de El Pilar coinciden:

- La que se va armar.

- Después de 44 años...

- Eso es por los votos.

"Aquí no se va a armar nada", zanja el dueño, mientras sirve un vino. Llega un pincho de tortilla y la conversación deriva hacia los disturbios en Cataluña.

"No se merece un monumento"

Apenas dos kilómetros más abajo, en el epicentro del barrio de El Pardo, el ambiente es muy distinto. Es casi la hora de comer y la gente se arremolina en torno a los restaurantes de la antigua Plaza del Caudillo, hoy simplemente Plaza de El Pardo.

Hace tres años, cuando el Ayuntamiento de Manuela Carmena fue a sustituir el nombre franquista, alguien robó la placa de la plaza y la sustituyó por un cartón que rezaba: "Para que la retire un rojo... me la llevo".

En uno de los mesones acaba de comer Andrés (nombre ficticio). Este antiguo miembro de la caravana de Franco, hoy jubilado, hizo la comunión con Carmen Martínez-Bordiú y recibió un regalo del mismísimo dictador cuando aún era un bebé: una canastilla de recién nacido.

"He trabajado para los tres jefes de Estado", explica, orgulloso, mostrando infinidad de viejas fotografías. Preguntado acerca de cómo se siente acerca del retorno de Franco, prefiere no pronunciarse: "Eso me lo guardo", sonríe.

"Paquito vuelve al barrio", ironizan unos jóvenes en la terraza de un local cercano. Isabel ha vivido toda la vida en El Pardo, donde el color del voto de sus 3.456 vecinos (incluyendo la Colonia de Mingorrubio) no es ningún secreto. "Hay muchos que ponen banderas de España y de Vox antes de las elecciones", apunta. Aquí, el PP es la primera fuerza política, seguido por la formación de Santiago Abascal, la más votada en la zona militar las pasadas elecciones generales.

El tema de Franco ya cansa también en esta parte del barrio, donde los pardeños se han acostumbrado a la presencia de los medios. "Pienso que es un tema que está enterrado y más que enterrado", afirma Luis. "A la gente ya le empieza a agobiar".

"A mí no me apetece que lo traigan aquí", reconoce por su parte Isabel, "el 20 de noviembre es el día que temo". Sin embargo, prefiere que Franco esté enterrado en El Pardo a que sea trasladado a La Almudena o a que permanezca en el mausoleo de Cuelgamuros. "No se merece un monumento", sentencia.

15:00 horas. Pese a la expectación mediática, la vida transcurre tranquila en el barrio de El Pardo. Apenas hay tráfico y hace rato que no llueve. Ya no queda nadie en el cementerio de Mingorrubio, tan solo dos patrullas de la Policía Nacional que seguirán allí, al menos, hasta el regreso del dictador.

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