El año del COVID-19
Segovia y Guadalajara, las que más han sufrido la pandemia en España: "Hice una lista de muertos conocidos y un día di el pésame a 14 personas"
Aunque las restricciones hayan sido más o menos similares a lo largo del año para toda España, el azote del COVID-19 ha sido mayor en dos territorios: Castilla y León y Castilla-La Mancha, además de Madrid. Serán, además, las zonas que antes reciban las vacunas. "No ha dejado de morir gente. Yo no he notado una segunda ola, porque no ha habido descanso", suspira la presidenta de una asociación solidaria en Segovia.
Fueron las sirenas de las ambulancias las que predijeron lo que estaba sucediendo: el sonido, ese pitido que arrullaba desde la lejanía por lo continuo, porque nunca paraba, resultó después insoportable. Los ciudadanos, especialmente los más mayores, le cogieron miedo: daba igual si se trataba de un vehículo medicalizado o de un coche de policía. No traían, las sirenas, nada bueno.
Porque lo que se reflejaba en la gente pronto lo reflejaron los datos. El año pandémico no se ha vivido de manera similar en España. Rasgos comunes, sí; resultados diferentes, también.
Que se lo digan a Segovia. Y, si no, a Guadalajara, la provincia que acogerá la primera vacuna de COVID en nuestro país. O Ciudad Real. Incluso Albacete. Por no hablar, claro, de Madrid. Si los datos de mortalidad desde que empezó la pandemia en las provincias más afectadas son escalofriantes al compararlos con los años anteriores, al echar un ojo al siguiente mapa, el estremecimiento es superior. Las dos Castillas (y Madrid) han sufrido más que el resto el azote del COVID-19.
La provincia más afectada, Segovia, ha tenido, de febrero a diciembre, 756 muertes más que en 2019. Son, casualmente, las mismas que reconoce la consejería de Sanidad de Castilla y León por COVID a 18 de diciembre.
Más de un tercio de todas las muertes de la provincia desde que empezó la pandemia las ha causado directamente el coronavirus, según los datos de la Junta de Castilla y León.
El doble de muertos que el año anterior
Para calcular este exceso de mortalidad, hemos tomado las muertes producidas en cada provincia desde que se produjo la primera muerte por coronavirus confirmada -el 13 de febrero, esto es: la semana 7 del año- hasta la semana 49 -la que va del 30 noviembre al 6 de diciembre-. Esta es la última información disponible en el Instituto Nacional de Estadística (INE).
El INE ofrece estos datos de mortalidad por semanas, por eso comparamos ese periodo con el mismo del año anterior y con la media de los cinco anteriores.
En el otro extremo de la tabla que encabeza Segovia, aparecen las provincias periféricas. Excepto Barcelona y Granada, todas ellas han tenido un exceso de mortalidad mucho más bajo que el interior peninsular. En Galicia y Canarias apenas han notado un aumento de entre el 0,4 (Pontevedra) y el 8% (Ourense). De hecho, si comparamos el periodo pandémico con una media de las muertes en los cinco años anteriores, Lugo ha tenido incluso una mortalidad inferior en este 2020.
La España vacía... de verdad
¿Cómo se explica esta diferencia en territorios, a priori, tan cercanos como Castilla y León con Galicia, o Castilla-La Mancha y Extremadura? Lo analiza para laSexta Jesús Rivera, sociólogo especialista en Salud de la Universidad de Salamanca. “Se basa en las características sociodemográficas de la región. [Castilla y León] Es, junto con Asturias, la comunidad autónoma más envejecida de España, con un 25% de la población con más de 65 años, y, de ese porcentaje, un 30% son mayores de 80 años”, alega el experto.
Pero no se queda ahí. “En segundo lugar tenemos la característica geográfica de la región: es uno de los paradigmas de la España vaciada. Una región con pueblos con muy pocos habitantes, destinados a desaparecer, y quien vive fundamentalmente son personas mayores, que además tienen cierto aislamiento, por las características del territorio”, ahonda.
Castilla y León es, junto con Asturias, la comunidad autónoma más envejecida de España
Rivera no se refiere únicamente a lo geográfico, lo tangible -el poder acercarse o desplazarse a lugares con servicios esenciales-, sino que, en su mayoría, los hijos de los habitantes de estos pequeños pueblos se han ido a las ciudades. “Esos mayores viven gran parte de su vida allí, pero, cuando llega la etapa de dependencia o cuidados, ingresan, mayoritariamente, en residencias”.
Una pesadilla sin fin
En Segovia la vida se parece mucho a la semejanza dibujada por el experto. Allí “todos tenemos pueblo”, sonríe en conversación con esta cadena María de Pablos, una de las voces más implicadas en el panorama social y solidario de la provincia. Ella ideó y capitaneó el llamado Batallón de Costura los primeros meses de la pandemia: un grupo de segovianas que se dedicaron a coser batas y mascarillas cuando aún no había suficientes en el país para surtir a los trabajadores esenciales.
“Todo fue una pesadilla, una auténtica pesadilla”, suspira. “Empecé, en febrero, a hacer una lista de muertos conocidos para dar el pésame por la noche. Un día tuve que dar el pésame de 14 personas cercanas. Porque Segovia capital es pequeña, pero Segovia provincia también y nos conocemos todos. Entre los que se morían en Segovia y los que se morían emigrantes a Madrid, era una burrada”.
"Gente conocida muerta, ni sé la que hay. Una burrada"
De todos modos, De Pablos afirma que la situación fue mucho más límite de lo que reflejan las estadísticas. En la primera oleada, el desconocimiento y la falta de fidelidad ante los protocolos de fallecimiento por COVID fue una constante. “Gente conocida muerta, ni sé la que hay”, mantiene. “Y todos por COVID o derivados, aunque no ponga exactamente eso en la partida de defunción. Nos abandonaron”.
"No he notado nuevas olas porque no ha habido descanso"
“Lo que te cuente es espasmódico. Lo más difícil era ver la televisión, cómo Soria estuvo muy mal, cómo Ávila estuvo mal… Pero la ciudad que se estaba muriendo era Segovia”, comenta, con la voz sombría, María de Pablos. “Y continúa: no ha dejado de morir gente. Yo no he notado una segunda ola, porque no ha habido descanso”.
Ya no sólo por el tipo de población que la habita, en el que se incluye un alto número de residentes internacionales flotantes por el campus del Instituto de Empresa (IE) que hay en la ciudad; así como un fuerte turismo irradiado desde Madrid -que está mucho más cerca que Valladolid, la capital autonómica, por ejemplo-. También por la idiosincrasia de sus servicios sanitarios.
Segovia es la única capital castellanoleonesa con un sólo hospital. Tampoco hay UCI pediátrica
Porque Segovia es la única capital castellanoleonesa que cuenta con un sólo hospital. La atención pediátrica está bajo mínimos: sin UCI para niños ni respiradores infantiles. Las plazas en la sanidad eran exiguas. “La atención primaria y la salud pública está en los huesos, y de eso no éramos conscientes”, apunta Manuel Franco, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Johns Hopkins University, cuando laSexta le pregunta. “Eso es fundamental y nos ha pillado con el pie cambiado en España, porque pensábamos que nuestro sistema sanitario era la bomba. Se nos está cayendo un mito social y político”.
“Pero en cuanto a las comunidades autónomas el análisis concreto no es tan fácil”, arguye, “porque en Madrid hay más servicios, pero están colapsados. Ahora o te teleatienden o no te atienden. A largo plazo vamos a ser conscientes”.
Segovia, "en el disparadero"
La visión es compartida desde las instituciones. Miguel Ángel de Vicente, presidente de la Diputación de Segovia, cuenta a esta cadena que “no es ningún secreto que la primera ola de la pandemia golpeó con fuerza en la provincia de Segovia”. Por su parte, la Consejería de Sanidad de Castilla y León no ha respondido a las preguntas de laSexta.
“Desde marzo han sido muchas las causas que se han apuntado desde diferentes ámbitos. La primera de ellas, la cercanía con Madrid y el vínculo que nuestra provincia tiene con la comunidad vecina, pues el cierre en los colegios propició que muchos padres se vieran en la obligación de traer a los niños con los abuelos a los pueblos para poder conciliar la vida personal y laboral”, relata De Vicente.
El cierre en los colegios en Madrid propició que muchos padres se vieran en la obligación de traer a los niños con los abuelos a los pueblos
Y continúa: “En esa época, nuestros pueblos aumentaron exponencialmente su población y nuestro sistema sanitario no estaba preparado para ello y, muchos menos, con una pandemia de estas características que se ha escapado de cualquier control”, alega el presidente de la Diputación provincial. “Otra de las causas apuntada es la población envejecida que tenemos en nuestra provincia. El virus atacó duramente a los mayores en toda España y en la provincia de Segovia no hemos sido una excepción y, teniendo en cuenta las características de nuestros habitantes, por probabilidad, estábamos en el disparadero”, se lamenta.
Muertes en la primera ola
El INE publicó un avance de su estadística sobre defunciones según causa de muerte que incluye de forma separada a las muertes por COVID-19 entre enero y mayo, la primera de la pandemia. A partir de estos datos unificados, que incluyen tanto las defunciones confirmadas por COVID como los casos sospechosos, el centro peninsular sale de nuevo mal parado.
Segovia es la provincia, con diferencia, que más mortalidad tuvo con respecto a su población. Entre enero y mayo murieron en toda la provincia 653 personas con COVID confirmado o con sospechas de ello, que da un índice de 426 muertes por cada cien mil habitantes. Le siguen Ciudad Real y Soria, con 342 y 341 muertes por cada cien mil habitantes, como puedes ver en el siguiente mapa.
Si analizamos solamente las muertes por COVID descartando los casos sospechosos, las tres provincias siguen siendo las más afectadas, solo que con un orden diferente: Ciudad Real, Soria y Segovia como tercera provincia con más mortalidad.
En este caso, varias provincias del sur peninsular -Huelva, Almería y Murcia; Melilla, Las Palmas y Lugo- son las que sufrieron menos los estragos de la pandemia, con menos de 10 muertes por cada cien mil habitantes confirmados COVID, y menos de 15 si contamos también los sospechosos.
Las diferencias entre las Castillas
“Castilla-La Mancha no es una comunidad tan envejecida como Castilla y León, por ejemplo”, resalta el sociólogo Jesús Rivera. “E insisto en lo del envejecimiento, porque acarrea enfermedades de base. Es un caldo de cultivo, con el contagio de COVID acelera la mortalidad”.
Así, por ejemplo, Guadalajara es una provincia claramente envejecida. Sus datos serían acordes a la realidad de la región. “En Castilla y León nos llevamos la palma por esta realidad”, afirma el experto. A sus ojos, es cierto que, a priori, Galicia puede tener una realidad parecida a la castellanoleonesa, pero con fuertes matices.
Las aldeas son una realidad sostenida en Galicia. En Castilla y León o Asturias esto es una sangría.
“La despoblación, con todo lo que origina -aislamiento, residencias, dificultad de acceso a los servicios-, es más homogénea en el tiempo. Las aldeas, los pequeños núcleos rurales son una realidad sostenida en Galicia. En Castilla y León o Asturias esto es una sangría. Que se mantiene y se incrementa”, indica. “Las diferencias han podido hacer que no sea un factor tan determinante esa ruralidad de cara al COVID”.
Ahora, el horizonte parece más calmado con la llegada de la vacuna en las próximas horas. Precisamente, a Guadalajara, la tercera provincia con mayor exceso de mortalidad este año pandémico. Puede que eso cree relajación en algunos lugares, pero, desde luego, no en ninguna de estas provincias. Lo certifica María de Pablos: “Aquí hay mucha gente que sigue encerrada en casa. Restringida la vida social por completo. Yo estoy preparada para lo que pueda volver a venir…”.