LOS EFECTOS DEL PINCHAZO DE LA BURBUJA INMOBILIARIA EN LA COMUNIDAD ARAGONESA
Cientos de pueblos de Aragón se rebelan contra el plan que impulsó más de 100 depuradoras gigantes e insostenibles
En los años del boom urbanístico, se construyeron enormes depuradoras para pueblos pequeños de Aragón que no necesitaban semejante gasto. Ahora viven hipotecados y pagando un impuesto que consideran injusto.
"Un Ferrari sin gasolina en el depósito". Así es como ven su depuradora los alcaldes de Zuera y San Mateo. "Los culpables son todos aquellos que se echaron en los brazos de la especulación inmobiliaria", afirma José Manuel González, primer edil de San Mateo.
Si el pinchazo de la burbuja inmobiliaria dejó la costa plagada de esqueletos de hormigón, Aragón, además, ha quedado inundada de depuradoras gigantes en pueblos con muy pocos habitantes que no las necesitaban tan grandes. Como la de Zuera, que costó diez millones de euros. "Nunca llegaremos a que esté al 100% activa", asegura Luis Antonio Zubieta, alcalde de Zuera.
El dato es preocupante: nueve de cada diez plantas estrenadas bajo este plan están infrautilizadas, y todos culpan a Alfredo Boné, exconsejero de Medio Ambiente. Según la actual directora del Instituto Aragonés del Agua, el responsable del "desastre heredado". "Nos creímos ricos y nos hipotecamos con dinero público", afirma Inés Torralba, directora del centro.
Pudo ser peor. El Gobierno regional estaba dispuesto a financiar obras de cientos de miles de euros en pueblos directamente sin habitantes; incluso, sin agua corriente, como Ceresuela. "Cuanto más grande es la depuradora, mayor margen de beneficios tienen las empresas", indica Maribel Torrecilla, coportavoz de la Red de Agua Pública de Aragón.
En Arresa, normalmente, solo viven seis personas durante todo el año. A pesar de ello, se proyectó una depuradora por 80.000 euros para un pueblo minúsculo de diez casas que, cuenta Fernando, solo reciben más visitas en verano. "El resto del año, con muy poca cosa, tenemos suficiente", cuenta uno de los vecinos afectados.
Aunque hubo municipios, pocos, que se negaron a ceder competencias. Fabara optó por construirse su propia planta: más barata que una convencional, más autónoma y más verde. "Por mucho que te decían 'pagan todos', no lo veía claro: parecía una empresa piramidal", considera Francisco Javier Doménech, alcalde de Fabara. Un experimento rebelde con causa, dice, demostrar que lo público funciona mucho mejor que lo privado.