CONDENADO A 44 AÑOS POR EL TRIBUNAL SUPREMO

Condenan a prisión a un proxeneta por tatuar a mujeres con las cifras de sus 'deudas contraídas'

El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a 44 años de prisión el capo de un clan rumano que obligaba a mujeres, algunas de ellas menores, a practicar la prostitucióny a entregarles las ganancias obtenidas. El clan mantenía a las mujeres esclavizadas y llegaba incluso a tatuarles códigos de barras o el alias del capo, 'Nelutu', en las muñecas, junto a la deuda contraída con la organización.

El Tribunal Supremo ha condenado a 44 años de cárcel a un hombre de origen rumano, por delitos relacionados con la trata de blancas y hechos cometidos sobre mujeres, algunas de ellas menores, a las que obligaba a prostituirse y llegaba a marcar con tatuajes y códigos de barras, como si fueran ganado. 

El Supremo impone a Iulan la citada pena de 44 años de prisión por delitos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, falsedad en documento oficial, prostitución proactiva, detención ilegal y lesiones. 

Además de él hay otras 13 personas, entre las que se encuentra la esposa, hija y otros familiares del principal encausado, a quienes les imponen penas de entre uno y 31 años de cárcel por los citados delitos. Los hechos relatados en la sentencia cuentan cómo los integrantes de la banda obligaban a jóvenes de origen rumano, algunas de ellas menores cuyas familias se encontraban en difícil situación económica y que no sabían leer ni escribir, a ejercer la prostitución en Madrid en zonas como el polígono Marconi, pisos de la calle Montera y clubes de prostitución, después de traerlas con engaños a España. 

El control de las jóvenes era ejercido mediante violencia extrema y recursos como tatuar en la piel de las mujeres señales que las marcaban como ganado y, así, les grabaron el apodo del proxeneta ("Nelutu") o las cantidades que una de las chicas adeudaba a la red. 

A una de las jóvenes, que se fugó de la red y fue hallada por los sicarios en la Casa de Campo, la mantuvieron secuestrada, atada a un radiador y sin comida, durante varios días, además de golpearla, rociarle el rostro con material irritante y otros malos tratos, a los que se sumó un tatuaje en la cara interna de la muñeca con un código de barras.

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