Condenado a 21 años y 9 meses

Entra en prisión el exprofesor de Maristas condenado por abusos sexuales en un colegio de Barcelona

Joaquín Benítez fue condenado en 2019 a 21 años y nueve meses de prisión por abusar sexualmente de cuatro alumnos menores. Seguía en libertad, pero ahora ha entrado en la cárcel tras la sentencia firme del Supremo.

El pederasta Joaquín Benítez ya está en prisión. El exprofesor de Maristas, condenado a 21 años y nueve meses de cárcel por abusar sexualmente de varios alumnos de un colegio de Barcelona ingresaba voluntariamente este miércoles en el Centro Penitenciario de Puig de les Bass, según ha informado este jueves el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Benítez ha agotado así el plazo de 10 días que le dio la Audiencia de Barcelona el lunes de la semana pasada para entrar en prisión, un ingreso que llega tres años después del juicio en el que resultó condenado en abril de 2019.

Entonces, la Audiencia de Barcelona le condenó por abusar sexualmente de cuatro menores de edad entre 2006 y 2010, aunque contra él había más denuncias por hechos similares que no llegaron a juicio por haber prescrito. La Audiencia le impuso entonces, además de la pena de prisión, 120.000 euros de indemnización para las víctimas y la prohibición de ejercer como docente durante 13 años y 8 meses, así como una orden de alejamiento.

Sin embargo, ha permanecido en libertad hasta ahora. Su condena era firme desde principios de noviembre, después de que el Tribunal Supremo desestimara el recurso de su defensa contra esta condena, que también recurrió Generali, aseguradora de la Fundación para la que trabajaba el profesor. En concreto, Benítez está condenado por un delito continuado de abusos sexuales agravado y la sentencia fija que la entidad aseguradora del colegio es responsable civil directa y debe responder por los daños y perjuicios.

Los hechos probados exponen que Benítez aprovechó su condición de profesor de Educación Física del colegio Maristas -donde trabajó entre 1999 y 2011- para abusar de los cuatro alumnos, en varias ocasiones en una camilla que tenía en un despacho propio y donde les llevaba con la excusa de hacerles masajes ante posibles lesiones.

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