Iniciativas sociales, obligadas a paliar los efectos del cierre de comedores infantiles

La pobreza infantil no se va de vacaciones. En Madrid, el comedor de ‘Mensajeros de la Paz’ tampoco, ya que atienden a 14.000 personas al mes. Muchas de ellas, con niños, como es el caso de Gregoria, usuaria y voluntaria de esta organización.

“Muchas veces no puedo ni comer con mi hija porque yo estoy esperando a que coma para que cuando sobre algo me lo coma yo”, cuenta. Esta mujer es una madre coraje porque colabora en el comedor, trabaja en lo que puede y disfraza la realidad a su hija. Afirma que lo que hace es “conseguir un poquito de dinero para poder llevarla un día a tomar una hamburguesa”.

Hasta el comedor llegan muchas lactantes porque un bote de leche supone 20 euros a la semana. Un miembro de la asociación asegura que a través de donaciones de cooperativas farmacéuticas pueden “dar alimentación a más de 200 bebés cada mes”.

Sólo cuatro comunidades abren sus comedores escolares en verano. En las que no lo hacen como en Cataluña, la ‘Fundación Educo’ organiza campamentos urbanos con becas comedor. Pepa Domingo, perteneciente al programa de becas de comedor de la fundación, afirma que “más de 200.000 niños en España no pueden asegurar comer fruta, verdura, carne y pescado al menos dos veces por semana”.

Por este motivo, Sanidad ha aprobado un fondo de 16 millones para luchar contra la pobreza infantil. Una cantidad insuficiente para los profesionales que luchan contra la exclusión social de estos menores. Además, este reparto penaliza a las comunidades con mayor población porque se centra en la tasa de pobreza y no en el número de niños que la sufren. Una situación que se torna sofocante en el periodo estival.