Si no se previenen, volverán a arrasar bosques entero

Los megaincendios del verano de 2023 ya se están gestando: estas son las pruebas y así pueden prevenirse

La prevención de incendios forestales es vital para que el mundo sobreviva a la catástrofe climática. En el verano de este 2022 se produjeron fenómenos insólitos y que reflejan cómo será el futuro y debería marcar un punto de inflexión.

Con el fin de la temporada de incendios parece que la calma llega a los bosques españoles. Sin embargo, según los expertos, ahora mismo "se están armando los incendios de la próxima temporada". El combustible sigue acumulándose, en especial el exceso de sotobosque, y no se están llevando a cabo acciones de prevención.

Un estudio liderado por universidades españoles y publicado en 'Science Direct' analizan por primera vez algunas excepcionalidades de la temporada de incendios del pasado verano, cuando se alcanzó el récord de extensión quemada en algunas regiones europeas.

En el suroeste de Europa los incendios han cuadruplicado la superficie arrasada de media anual, siendo las principales víctimas las áreas protegidas, que representan el 47% total de la superficie calcinada.

Además, el estudio destaca que a pesar de que solo el 12% de los incendios han sido forestales, éstos son los que han calcinado el 82% de la superficie total afectada. En concreto, 21 incendios superaron las 5.000 hectáreas y acabaron con el 58% del terreno.

La mayoría de los incendios forestales extremos fueron originados por rayos (38%). Otro 24% fueron provocados y otro 14% se originaron a causa de negligencias relacionadas con la maquinaria. Además, la virulencia de los incendios fue extrema, tanto por la aridez del combustible, que fue de récord, como por la meteorología asociada a la actividad del propio fuego. El viento y la cantidad de combustible seco abandonado fueron determinantes.

Las olas de calor precoces y de récord también están detrás de las causas, un escenario previsto en el futuro. Esta situación provoca la pérdida de biodiversidad de áreas protegidas y pérdidas económicas y sociales en zonas rurales. Todo esto propicia un ciclo de retroalimentación: el abandono del campo da lugar a más combustible para los incendios, los cuales, una vez se producen, generan un mayor abandono.

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