Los científicos tranquilizan

Por qué no hay peligro por lluvia ácida en la Península tras la erupción del volcán en La Palma: los expertos lo explican

Se temía que las emisiones del volcán acabaran provocando lluvia ácida en la Península, peligrosa para la salud. Sin embargo, los expertos tranquilizan y aseguran que no hay peligro.

Las imágenes del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera Copérnico (UE) son impactantes: muestran una gran mancha roja que llega a la Península. Es la concentración de dióxido de azufre emitido por el volcán de La Palma.

Sin embargo, los científicos tranquilizan y aseguran que ahora mismo no hay peligro. La clave está en la altura donde están esos restos: cuando se quedan bajos, el dióxido de azufre puede mezclarse con las nubes, y al juntarse con el agua se convierte en ácido sulfúrico. Y si llueve, esas gotas sí pueden ser peligrosas.

Pero en este caso la presencia de dióxido de azufre en superficie, a baja altura, es "pequeña" o "muy pequeña", como indican los tonos verdes y azules, tal y como puedes ver las imágenes que aparecen en el vídeo. Esta es la realidad en estos momentos y la previsión para los próximos días. Todo esto, según los expertos, se traduce en "riesgo bajo".

En el vídeo puedes ver el mapa de dióxido de azufre en capas altas de la atmosfera. Aquí, el rojo (nivel alto) cubre España, pero la ciencia nos dice que tampoco es peligroso porque al estar tan arriba, por encima de las nubes, no se mezcla con ellas, por lo que no cae mezclado apenas con la lluvia.

En este sentido, Xabier Querol, profesor de investigación del CSIC, ha señalado en Al Rojo Vivo que "el ácido sulfúrico se transporta, por lo general, en capas muy altas". "Se llena la atmósfera por encima de ácido sulfúrico y sulfato, pero no llega a tocar en superficie", ha apostillado.

Otras erupciones sin riesgo

Precisamente, en abril de 2020, la erupción de un volcán en el Caribe trajo dióxido de azufre a Canarias y el sur de la Península, pero viajó en capas altas de la atmósfera, por lo que no supuso peligro para la población, como tampoco lo supuso el volcán islandés que colapsó el tráfico aéreo europeo en 2010, ya que el dióxido de azufre que emitió no bajó a superficie.

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