Campanadas en Sol

El reloj de la Puerta del Sol volverá a dar las campanadas como en 1866 tras su primera restauración completa en 30 años

El contexto Este año, por primera vez en los últimos 30, han restaurado el reloj. Estuvo 17 días sin dar la hora. Según cuenta Jesús, tocaron todas las partes del reloj. Las ruedas, piñones, palancas y todo lo llevaron al taller de su Relojería Losada en Madrid.

Este miércoles todas las miradas están puestas en el reloj de la Puerta del Sol. Este año va a sonar como el primer día, allá por 1866, porque por primera vez en los últimos 30 años se ha desmontado por completo para su restauración.

Ha estado 17 días hueco sin dar la hora. Sus tres relojeros dicen que cada pieza ha vuelto a donde tenía que estar. Se ocupan del reloj más importante de España, sí, pero también de los más pequeños en su relojería.

En el reloj de Sol, Jesús nos recibe como en su casa. "Feliz año casi. Estamos a punto, por horas, de pasar al nuevo año", dice. Uno lleva aquí desde 1866. El otro, desde 1996. Al ser preguntado por quién ha llegado mejor, si el reloj o él, Jesús responde "cómo pasa el tiempo".

Y lo dice un relojero preciso, serio, mecánico. Como cuando responde, cada año, qué pasaría si falla el reloj. "Es imposible que al reloj le pase nada. Es muy difícil que te dé problemas", ha asegurado el relojero a lo largo de los años.

Este año, por primera vez en los últimos 30, han restaurado el reloj. Estuvo 17 días sin dar la hora. Según cuenta Jesús, tocaron todas las partes del reloj. Las ruedas, piñones, palancas y todo lo llevaron al taller de su Relojería Losada en Madrid.

Porque Jesús, Pedro y Santi son los relojeros sin reloj del reloj más importante de España. Y si se lo llevan, también, del menos. Y, como en los últimos 30 años, esta noche, cuando el reloj dé las 10, los tres estarán ya en Sol.

"Cada uno se sitúa en una punta de la Puerta del Sol para ver que se escucha bien desde esos tres puntos", cuenta Pedro. Uno en la calle Mayor, otro en Carretas y el tercero en la plaza bajo el Tío Pepe. Y después, irán a la Plaza Mayor donde, dicen, se comen un bocadillo de calamares. Más tarde, volverán al reloj para las campanadas. Aunque dentro las uvas nunca se las comen por concentración.

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