Prestige

La vida de los voluntarios después del Prestige: "Esa catástrofe solo se solucionaba con miles de manos"

La marea negra del Prestige congregó a más de 65.000 voluntarios de todo el mundo. Miguel Bermúdez, un murciano que entonces estaba haciendo el camino de Santiago, cuenta a laSexta su historia.

En breve

La marea negra del Prestigecambió la vida de los vecinos de la Costa da Morte. Pero también de los voluntarios que acudieron al rescate. Ese es el caso de Miguel Bermúdez, un murciano que llegó a Galicia haciendo el Camino de Santiago justo cuando la marea negra alcanzó la costa. "Todo era una manta, todo era negro", recuerda ante las cámaras.

No se lo pensó dos veces y se quedó de voluntario. "Me enamoré del lugar y de su gente", confiesa. Cuando la pesadilla por fin terminó y la arena volvía a relucir, Miguel, no se movió de la Costa da Morte, pues la experiencia cambió su forma de ver la vida. "Me cambió para bien, me hizo ver el daño que le estábamos haciendo a la naturaleza y eso me hizo entender que yo tenía que respetarla", añade.

Sin embargo, si hay algo que le llamó la atención fue el ver la cantidad de gente que se unió por la causa. Como él, más de 65.000 voluntarios llegaron a Galicia procedentes de todo el planeta para limpiar las playas.

Nacho Castro, gerente de la cofradía de pescadores de Muxía, fue uno de los que pidió ayuda por internet cuando se dio cuenta del desastre que llegaba desde el mar. "Empecé a mandar correos electrónicos masivos: esa catástrofe solo se solucionaba con miles de manos", recuerda. Entre esos miles de voluntarios que llegaron, una le cambió la vida, la que fue su mujer. "Y tengo una niña, que tiene 17 años y es lo mejor que he hecho en esta vida", señala emocionado.

Al igual que Nacho, Ángel Castro tampoco puede olvidarse de aquel mes de noviembre. En aquel entonces era vendedor de cupones, pero el Prestige le dio un nuevo objetivo. Dejó la ONCE y se convirtió en un voluntario más. "Junto con otras cuatro o cinco mujeres empezamos haciendo bocadillos y yendo por las casas con guisos y carne empanada", relata. Hoy trabaja en un albergue y sigue ayudando a personas llegadas de todo el mundo.

Él mismo asegura que, a día de hoy, sigue en contacto con la gente que ayudó en el Prestige, tanto de España como de fuera. Todos juntos hicieron posible que, 20 años después, aquella catástrofe medioambiental sea solo un recuerdo.

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