SÓLO EXPORTAMOS UNA TERCERA PARTE
¿Dónde van las 16.000 toneladas de carne de caballo que producimos al año?
Sobran caballos. Los mandamos al extranjero, a veces por carretera, en condiciones durísimas. Otras, ya muertos, por aire, convertidos en carne. Viajamos a Italia, el país que más carne de caballo nos compra, casi el único. 4.800 toneladas el año pasado. ¿Dónde está el resto?
Aterrizamos en la capital de la moda europea, Milán, la renta per cápita más alta de Italia, y destino de la carne de caballo español. Los italianos son grandes consumidores de equino. Buscamos la carne española en una de las carnicerías milanesas más populares, pero entre tanta ‘delicatessen’ no encontramos carne de caballo español.
Ni las carnicerías ni los restaurantes milaneses sirven carne española. ¿Dónde acaban entonces las 5.000 toneladas que se exportan a Italia? Investigamos en la zona industrial de Milán. Un hombre llega en un coche de 100.000 euros. Supo ver hace tres años que en España empezaban a sacrificarse demasiados caballos, lo que supone carne barata. Se convierte en el gran comprador.
El volumen de carne es tal que en la empresa se trabaja 20 horas al día sin descanso. Sólo se para 4 horas por la noche para limpiar. La carne de caballo español va a las bandejas de abajo: decenas y decenas de palés con la carne de caballo de segunda, congelada y embalada, lista para ser distribuida. El caballo de recreo español que costaba miles de euros, convertido en producto de segunda, industrial. La carne barata, la española, se agota.
Pero, ¿qué sucede con las 11.000 toneladas de carne de caballo que España produce y no exporta? ¿Comemos tanta carne de caballo los españoles? En Madrid sólo hay tres carnicerías donde la venden, en Cataluña una veintena, en la Comunidad Valenciana, 200. Es la región que más caballo consume.
¿Es posible que los comercios de carne de caballo en Valencia vendan 11.000 toneladas? En cada mercado, tan sólo hay uno o dos puestos que despachan carne equina. Nos sorprende el precio: No es una carne barata.
La diferencia es que las carnicerías valencianas venden un caballo joven, criado y cebado para el consumo humano, y no caballo de recreo vendido por un constructor arruinado. No hay datos oficiales sobre el consumo de carne de caballo en España. Pero empresarios y expertos coinciden: no comemos tanta. Al menos que sepamos.
El mercado de las falsificaciones
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