70 años de las tarjetas de crédito
La UE avanza hacia la independencia digital: adiós a Visa, Mastercard, Google y Apple
¿Cómo te afecta? Con el auge de Bizum y el proyecto del euro digital, Europa busca liberarse de los gigantes estadounidenses, pero los obstáculos técnicos y regulatorios amenazan su autonomía financiera.


Se cumplen 70 años desde que las tarjetas de crédito llegaron a España, marcando un antes y un después en la forma en que los consumidores españoles realizaban sus pagos. En este tiempo, el sistema de pagos ha evolucionado: ya no necesitamos sacar el plástico, ni siquiera la tarjeta física, para hacer nuestras compras.
Con la irrupción de las plataformas de pagos móviles, nuestros teléfonos se han convertido en el principal medio de intercambio. Sin embargo, a pesar de la aparente comodidad y agilidad que ofrecen estos métodos, una preocupación se ha intensificado en los últimos años: la creciente dependencia de los intermediarios estadounidenses en un sistema financiero cada vez más digitalizado.
En el contexto de la Unión Europea, donde los pagos electrónicos y móviles han ido ganando terreno en las últimas décadas, esta dependencia es cada vez más notoria. Según datos proporcionados por el Banco Central Europeo, el uso del efectivo ha sufrido un desplome alarmante en los últimos cinco años, y las tarjetas de crédito continúan siendo el método de pago más popular, a pesar de la aparición de nuevas alternativas.
De hecho, casi la totalidad de los pagos en España se realizan hoy en día a través de tarjetas de crédito, y en su mayoría, son procesados por dos gigantes estadounidenses: Visa y Mastercard. Esta centralización de los pagos en manos de empresas de fuera de Europa está creando una sensación de vulnerabilidad, sobre todo a medida que se intensifican las tensiones comerciales internacionales, especialmente entre Europa y Estados Unidos.
Pero el miedo no termina aquí. El crecimiento exponencial de los pagos móviles, que han triplicado su volumen en los últimos años, ha puesto de manifiesto otra preocupación: las aplicaciones que gestionan estos pagos son, en su gran mayoría, propiedad de compañías estadounidenses como Google y Apple. La hegemonía de estas empresas en el sector de los pagos digitales plantea serias dudas sobre la autonomía financiera de la UE, ya que estos intermediarios no solo controlan las transacciones, sino que también son responsables de los datos generados por millones de usuarios.
Ante esta situación, la Unión Europea ha comenzado a explorar alternativas para reducir su dependencia de las grandes tecnológicas y las empresas financieras estadounidenses. Una de las apuestas más firmes es el desarrollo de un sistema de pagos europeo autónomo, sin la necesidad de recurrir a intermediarios externos.
En este sentido, Bizum, la plataforma española de pagos instantáneos, se presenta como una de las principales alternativas para desvincularse del control estadounidense. En 2024, Bizum ha experimentado un crecimiento espectacular, duplicando su uso y ampliando su presencia a otros países como Andorra, Portugal e Italia, permitiendo transacciones entre estos territorios sin la intervención de Visa, Mastercard o Google.
Al mismo tiempo, en el norte de Europa, otros proyectos como Wero, una plataforma de pagos en Francia y Alemania, están surgiendo con el mismo objetivo: crear una red de pagos más autónoma y menos dependiente de Estados Unidos.
No obstante, la UE no se limita a iniciativas del sector privado. La Comisión Europea también ha lanzado su propia propuesta para contrarrestar esta dependencia, conocida como el 'euro digital'. Este proyecto, respaldado por el Banco Central Europeo, busca crear un monedero digital europeo, similar a lo que ya ofrece Bizum, pero con un enfoque institucional. Aunque el euro digital sigue en fase de desarrollo, desde finales de 2023 se ha estado trabajando en su implementación.
El objetivo es que este sistema de pagos no dependa de ninguna empresa extranjera, y se le considera una de las herramientas clave para garantizar la independencia financiera de Europa en el ámbito digital. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por crear una alternativa propia, persisten dudas sobre cómo se diferenciará este sistema de los modelos actuales sin poner en riesgo la estabilidad del sector bancario europeo.
El gran desafío del 'euro digital' es lograr un equilibrio entre la creación de una infraestructura completamente europea y el respeto por los intereses del sistema bancario tradicional, que ve con recelo cualquier iniciativa que pueda erosionar su modelo de negocio. Mientras tanto, los expertos advierten que la propuesta aún está lejos de ser una solución definitiva y que, para que tenga éxito, deberá superar varios obstáculos técnicos y regulatorios.