Teorías conspiranoicas
Los bulos llegan a la meteorología: ni la siembra de nubes ni las estelas de los aviones impiden que llueva
Las teorías conspiranoicas sobre la manipulación del tiempo ganan peso. Algunos denuncian que el Gobierno siembra nubes para evitar que llueva. O que las estelas de los aviones nos envenena. Manipular el tiempo no es tarea fácil.
Manipular el tiempo y evitar que llueva es imposible. Los datos lo demuestran. Algunos conspiranoicos ponen el foco en la siembra de nubes como uno de los problemas. Esta práctica se hace en España, pero lo que busca es reducir el tamaño del granizo. No evita la precipitación. El yoduro de plata no sirve para evitar la lluvia a gran escala, como mucho puede disminuir el tamaño de la precipitación.
Si tienes cultivos y sabes que el granizo los va a dañar buscas que ese granizo sea lo más pequeño posible. En este caso, hay empresas que ofrecen a los agricultores lo que ellos llaman "cañones sónicos". El cañón emite un sonido con una presión determinada que ayuda a romper el granizo.
Como el granizo está a dos kilómetros de altura, la presión que hace falta ejercer es muy alta: tanto como 270 decibelios. Sería una explosión que dejaría sordos a los que estuviesen en un radio de 40 kilómetros a la redonda de la explosión. Sería similar al sonido más potente jamás registrado en la historia de la humanidad, el de la explosión del volcán Krakatoa, en 1883.
La siembra de nubes es lo que hizo China para evitar que la lluvia desluciese la ceremonia inaugural de los JJ.OO. de 2008. Pero oficialmente nadie ha confirmado que se utilizase y que fuese efectivo. El día de la inauguración no llovió.
Pero ¿es posible manipular el tiempo y evitar que llueva? Rotundamente no. Para romper un sistema frontal típico de 20 kilómetros de ancho, 100 kilómetros de largo y con 20 toneladas de agua se necesitaría la energía equivalente a 730 explosiones nucleares como las de Hiroshima.
Pero hay más teorías. Algunos sostienen que el tiempo se puede manipular también con antenas y radares. Vuelve a ser imposible. Se necesitarían 50 millones de antenas para romper una sola tormenta.
Otras de las obsesiones de los conspiranoicos es que las estelas de algunos aviones impiden también que llueva. Pero en realidad no impiden nada. Del motor de un avión sale vapor de agua caliente. Muy caliente. Que se mezcla con el vapor de agua de la atmósfera, que está mucho más frío. Además, cuando la atmósfera tiene unas condiciones exactas de humedad y temperatura, esos gases se convierten en estelas de condensación. Tiene nombre, se llama 'cirrus homogénitus'. Una nube creada por la acción humana.
No impiden la lluvia y tampoco nos envenenan. Para enfermar a toda la población española hay que fumigar todo el territorio. Harían falta multiplicar por seis todos los vuelos de nuestro país. Se colapsaría el espacio aéreo. Para lograrlo, se necesitarían 180 veces la energía que consume España en un año.
Los conspiranoicos incluso manipulan la información aparecida en el BOE en la época del COVID en la que se autorizaba a la UME a usar cañones para desinfectar zonas donde hubiese habido contagios. Pero no con aviones, sino con cañones. En zonas cerradas como habitaciones o salas. Nadie en la Agencia Estatal de Meteorología ha confirmado nunca la existencia de lo que los conspiranoicos llaman 'chemtrails': que las estelas de condensación sean en realidad una fumigación de productos químicos.
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