Jugando al escondite

La cobardía de Mazón: de la DANA a las Fallas, un president que se esconde del pueblo valenciano

Los detalles Desde su desaparición el 29 de octubre hasta su ausencia en las Fallas, Mazón ha convertido eludir la responsabilidad en su norma. Su prioridad no es gobernar, sino esconderse para sobrevivir políticamente.

La cobardía de Mazón: de la DANA a las Fallas, un president que se esconde

Carlos Mazón se ha convertido en una figura invisible en las calles de la ciudad durante las Fallas. Mientras la capital celebraba la fiesta más grande del año, el president de la Generalitat se mantenía al margen, con su presencia relegada a un ninot, que, por irónico que parezca, ha sido la única forma en la que los ciudadanos han podido 'verlo'.

El president no ha dado la cara. Su agenda ha sido recortada al mínimo, un acto de aislamiento que refleja una constante: su evasión de la responsabilidad política.

Este no es un comportamiento aislado ni una cuestión de mal 'timing'. Desde el 29 de octubre, día de la fatídica DANA, Mazón ha elegido desaparecer, eludiendo no solo la presión mediática, sino también la responsabilidad de gobernar en un momento de crisis. Esa tarde, cuando la tragedia se desató, el president tuvo la oportunidad de asumir el mando único, de declarar la emergencia y de ponerse al frente de la recuperación.

Sin embargo, prefirió delegar en otros, dejando claro que su prioridad era salvar su propio pellejo antes que gestionar la crisis. No asumió el liderazgo y, para colmo, tardó 17 días en dar una explicación, una que llegó demasiado tarde y estuvo cargada de culpas ajenas. La falta de autocrítica, el distanciamiento de la acción directa y la falta de voluntad para poner cara a los problemas ha sido la constante en su actuación.

A pesar de las miles de voces que en las calles clamaban por su dimisión, Mazón se ha aferrado al poder con la excusa de que "la reconstrucción" requiere su permanencia. Pero tras esta justificación se esconde una verdad más incómoda: su miedo a enfrentar la realidad.

A lo largo de estos meses, ha remodelado el Consell no para mejorar la gestión, sino para parapetarse detrás de dos figuras que le protejan en caso de que la reconstrucción no salga como se espera. Susana Camarero, la imagen mediática, y Gan Pampols, un escudo en caso de que la gestión de la emergencia falle. Un simple cálculo político, que no solo revela su falta de principios, sino su temor a la exposición pública.

Lo que resulta aún más alarmante es la falta de transparencia y de acción frente a la justicia. A pesar de la invitación directa de la jueza para declarar, Mazón ha preferido no responder, eludiendo el peso de la responsabilidad. En su lugar, ha optado por culpar a los técnicos y a su exconsellera Salomé Pradas, a quien relevó en un claro movimiento para exonerarse de cualquier tipo de reproche.

Este desdén por la responsabilidad se extiende también a su relación con los medios y la ciudadanía. A lo largo de estos cinco meses, Mazón ha evitado las ruedas de prensa, prefiriendo comparecencias mínimas y sin preguntas, una estrategia para evitar ser confrontado.

A nivel político, su cobardía no tiene fronteras. Ha sucumbido ante las exigencias de la ultraderecha, adaptando su discurso a sus demandas y renunciando a sus principios para seguir en el cargo. Cada vez más aislado de la opinión pública, Mazón ha demostrado ser capaz de cualquier cosa con tal de mantener el poder.

La presión de la calle, el clamor por su dimisión, y las críticas internas no parecen moverlo. Su única respuesta parece ser una huida constante hacia adelante, amparándose en una reconstrucción que ni siquiera ha comenzado de manera efectiva, mientras se sigue aferrando a la idea de que su permanencia es vital para el proceso.

Y, sin embargo, mientras él se oculta, se resiste a ofrecer explicaciones y se parapeta tras otros, la realidad es que su base de apoyo, aunque inquebrantable en algunos sectores, está cada vez más cuestionada por quienes han visto la inacción y el abandono de su líder. En Bruselas, sus aliados, respaldados por los votos, han silenciado a las víctimas de la DANA, negándoles el derecho a ser escuchadas, mientras él sigue sin dar la cara.