Será este fin de semana

Ni un Congreso Federal del PSOE sin polémicas y sombras: desde 2008 no celebran una cita sin sobresaltos

¿Qué podemos esperar? Un Congreso Federal cargado de tensiones, en el que las sombras judiciales sobre el entorno de Pedro Sánchez, la dimisión de Ábalos y las divisiones internas plantean el mayor desafío de liderazgo para el PSOE en años.

Los socialistas se enfrentan a una semana crucial, marcada por una serie de avances judiciales que sacuden los cimientos de su partido. El Fiscal General, el hermano de Pedro Sánchez y la dimisión de José Luis Ábalos, han puesto contra las cuerdas a la formación justo cuando se acercan al Congreso Federal, su cita más importante en años. Aunque no es la primera vez que los socialistas se enfrentan a sobresaltos antes de una gran convención.

Desde 2008, cada Congreso ha estado marcado por turbulencias internas. En los tres primeros congresos de José Luis Rodríguez Zapatero, el partido logró superar las tensiones internas, siempre con la estabilidad que aportaban las victorias electorales. Sin embargo, la debacle de 2011, con los peores resultados de la historia reciente del PSOE, dejó al partido al borde del abismo.

El 38º Congreso acogió una lucha interna sin precedentes por la sucesión, en la que Alfredo Pérez Rubalcaba logró imponerse a Carme Chacón tras un recuento de votos que se alargó más de dos horas, desatando el caos en los pasillos del congreso. La victoria de Rubalcaba se culminó con su llamado a la "unidad y cambio" para recomponer un partido profundamente dividido.

La derrota en las elecciones europeas de 2014 fue otro golpe durísimo que desencadenó la dimisión de Rubalcaba y la convocatoria de un congreso extraordinario en el que Pedro Sánchez emergió como nuevo líder del PSOE. A pesar de su victoria en las primarias, el Congreso dejó un sabor amargo, ya que Sánchez no cumplió su promesa de incluir a sus rivales en el equipo, lo que generó nuevas tensiones internas.

En 2017, Sánchez regresó al ruedo tras su controvertida dimisión como secretario general, iniciando una lucha fratricida con Susana Díaz, quien contaba con el apoyo del aparato del partido. Con un apoyo popular clave, Sánchez logró recuperar el control de Ferraz, mientras Díaz quedaba relegada y la figura de Felipe González no era suficiente para apaciguar las tensiones internas. Aquella cita fue, sin duda, la más tensa de todas, con un partido dividido y sin el respaldo de los históricos del socialismo.

La última convocatoria, con Sánchez ya en el Gobierno, se presentaba como la de la reunificación del partido. Sin embargo, las divisiones sobre temas clave, como los indultos a los independentistas y el apoyo a partidos como EH Bildu, seguían siendo un lastre. Incluso la presencia de González y Zapatero no logró apaciguar las diferencias, y el propio González se encargó de defender la libertad de opinión dentro del partido, mostrando una vez más las tensiones no resueltas.

Ahora, en medio de un proceso judicial que amenaza con llevar a más figuras del entorno de Sánchez al banquillo, el próximo Congreso Federal podría ser la prueba definitiva para medir la capacidad del PSOE para superar sus diferencias internas.