FUE CONDENADA POR UN DELITO DE ESTAFA

Teresa explica cómo es la convivencia con su hija en la misma celda de la prisión: "No me puedo arrepentir. Si no, me quedaba en la calle"

Évole habla con una mujer que ingresó en prisión por un delito de estafa económica. Ha contado cómo fue detenida en un importante dispositivo policial, y cómo afronta sus días encerrada con su hija, también encarcelada.

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Teresa "pasaba por delante" del Centro Penitenciario de Mujeres de Barcelona "cuando iba a la playa". "Sabía que esto era la cárcel de mujeres, pero ni miras", ha explicado a Jordi Évole en una entrevista concedida al programa Lo de Évole, y ha añadido: "Desde fuera tampoco se identifica mucho. Parece un colegio, pero sí, es una cárcel".

Teresa ingresó en prisión por un delito económico de estafa "a empresas". Pero ha precisado: "Yo nunca le he robado a nadie que tuviera menos que yo. Eso está claro". Con ese dinero, cuenta, pagaba "el alquiler, el agua, la luz, el gas, la comida...". Asegura que "no iba por ahí estafando" a gente: "Eso me parece feo".

¿Tiene Teresa cargo de conciencia tras ser condenada por lo que hizo? "Es complicado. Tengo cargo de conciencia porque mi hija está aquí conmigo. Lo que me duele es que de alguna manera yo he consentido esta situación". La interna ha explicado a Évole cómo llegó a la decisión de cometer ese delito económico.

"Yo lo estaba pasando mal, no tenía trabajo. Tenía un montón de alquileres por pagar, una niña...". Un día, continúa, se rompió su lavadora y compró una a crédito "con una nómina mala". Le enviaron a casa una tarjeta con dinero, y con eso, dice, pudo pagar el alquiler. Teresa ha reconocido a Évole que eso fue su "perdición", pero ha añadido: "No me puedo arrepentir. Si no, me quedaba en la calle".

Ella ha relatado cómo fue su arresto, convertido en una auténtica operación policial: "A las 06:00 tiraron la puerta abajo con las pistolas en la mano, las linternas. Lo primero que pensé es que era un terremoto. Luego, cuando los vi, pensé: 'Bueno, pues ya está'". Teresa fue trasladada a los calabozos de les Corts, que según ha afirmado "son de lo peorcito que hay", y allí pasó tres días hasta que coincidió con su hija.

"Yo veo cómo era mi vida y a mí no me gustaba. Ya no era feliz", ha confesado Teresa. Actualmente, comparte celda con su hija y otras seis personas, y ha relatado cómo es vivir el día a día allí con otras presas: "Aquí siempre hay alguien llorando. Al principio, te impacta mucho, pero llega un punto en que te aclimatas, y esto pasa a ser tu realidad".

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