Secuelas del coronavirus
El infierno de una joven 150 días después de tener el COVID-19: "No puedo subir ni 15 escalones"
Con 34 años, tras pasar la enfermedad Marta sufre dolores de cabeza y pérdidas de memoria. En Más Vale Tarde cuenta cómo ha cambiado su vida.
Marta Cabezas tiene tan solo 34 años y sufre secuelas post COVID-19 que le impiden llevar una vida normal. En Más Vale Tarde ha querido contar su historia y también mandar un mensaje de concienciación para aquellos que se creen inmunes.
Han pasado ya 150 días desde que Matya fue diagnosticada, pero no fue hasta el día 90 de la enfermedad cuando dio negativo en las pruebas PCR. Aún así, los dolores de cabeza y la pérdida de memoria persisten. "Cada vez que tengo migraña, tengo dolores articulares que me impiden hacer vida normal. No puedo subir ni 15 escalones", explica.
Estos síntomas o secuelas que sufre tras haber pasado el virus tampoco le permiten regresar al trabajo. Como ejemplo de persona joven que se ha visto muy afectada por el coronavirus ha querido lanzar un mensaje a quienes se creen que por su buen estado de saludo o su edad son inmunes: "Que no crean que a ellos no les va a tocar porque el virus no entiende de edad".
De hecho afirma que son muchas personas que sufren secuelas persistentes. Ella forma porta de una asociación en Cataluña que abarca personas de entre los 20 y los 50 años. "Los que más tenemos secuelas persistentes somos jóvenes", asegura.
La vida de todos ellos "ha cambiado totalmente por completo". Y a los dolores que sufren se suma la incertidumbre de no saber si serán crónicos.
Explica que los médicos les dicen que deben tener paciencia, ella incluso ha empezado un tratamiento que no está funcionando bien, acude a un centro de rehabilitación física y también hace rehabilitación con un neuropsicólogo.
"Nadie sabe decirnos cómo vamos a estar mañana, esa es la gran incógnita, el no saber si de aquí a unos meses vamos a estar mejor, igual o peor", lamenta.
Así es su interior
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En la visita se pueden ver los distintos espacios del búnker, desde donde se refugiaban hasta la zona hospitalaria compuesta por la zona de curas, el botiquín y el quirófano, que ejercía a su vez de paritorio. Durante el recorrido, también se ve material quirúrgico de la época.