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La puerta no fue forzada

El enigma del crimen de Lisvette: su madre encontró el cadáver de la menor desnudo y con un golpe en la cabeza en Tetuán

Un teléfono móvil puso nombre y rostro al presunto asesino: un dominicano de 20 años que estaba en casa de Lisvette en el momento en el que la mataron. Sin embargo, fue puesto en libertad. El juez entendió que no había riesgo de fuga.

El 1 de noviembre de 2017 Lisvette Altagracia, de 16 años, fue asesinada en el interior de su vivienda en el barrio madrileño de Tetuán.

Fue un crimen sin sentido y sin un móvil aparente. Se sabe que Lisvette murió entre las 18:15 y las 19:00 horas, ya que es el tiempo que transcurrió desde que su madre la dejó en casa hasta la llegada de un inquilino que vivía alquilado en una habitación, un hombre discreto que se encerró en su cuarto sin saber que al lado yacía un cadáver.

Cuando llegaron sus padres, a las 21:00 horas, la encontraron desnuda y envuelta en una manta en una esquina de la habitación. Tenía varios golpes, uno de ellos contundente en la cabeza, que fue el que acabó con su vida. Sin embargo, el que cometió el crimen no la agredió sexualmente.

La puerta no fue forzada

¿Quién pudo matar a la menor? Tenía que ser alguien de su entorno al que Lisvette dejó entrar, ya que la puerta no había sido forzada. En ese momento, una vecina contó a los medios que había visto a "dos chavales que salieron corriendo".

Francis Guzmán, de 20 años, se encontraba en el lugar del crimen

La Policía tomó declaración a sus compañeros, familiares y amigos. Finalmente, el posicionamiento de un teléfono móvil puso nombre y rostro al supuesto asesino: Francis Guzmán, un dominicano de 20 años que estaba en casa de Lisvette en el momento en el que la mataron.

Sin embargo, Francis mintió a la Policía. Primero, aseguró no conocer a Lisvette, aunque la había llamado un día antes. Además, aportó diferentes coartadas que no se sostenían y estaba preparando su huida del país.

Pese a todo, en julio de 2019 fue puesto en libertad. El juez entendió que no había riesgo de fuga, ya que el joven tiene arraigo en España.

La madre de Lisvette no entiende por qué el presunto asesino de su hija puede pasearse por delante de su casa. Y tres años después se sigue preguntando el motivo por el que mataron a la menor.

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