Diversos sospechosos, ningún condenado

¿Quién mato a Grégory Villemin? Se reabre el caso del asesinato del niño que mantiene en vilo a Francia desde 1984

Primero se apuntó al primo del padre del menor. Fue el propio padre el que acabó con su vida al pensar que había matado al pequeño, sin embargo, nadie pudo confirmarlo. Luego se apuntó a la madre y después a la abuela, pero, ¿quién asesinó realmente al pequeño de cuatro años?

Grégory Villemin, un niño de cuatro años residente en Saint-Dié-des-Vosges, Francia, fue hallado muerto atado de pies y manos en el río Vologne en 1984, a siete kilómetros de su domicilio.

Sus padres llamaron a la Policía tras perderle de vista en su propia casa, cuando estaba jugando. Y tras tres horas se confirma lo peor al hallar su cadáver.

Las primeras pistas, lejos de estar en la escena del crimen, se encuentran en el buzón de la casa de Grégory. Son decenas de anónimos del supuesto asesino, con palabras de rabia hacia los progenitores: "Ya nada podrá devolverte a tu hijo".

Notas llenas de odio y firmadas bajo el alias 'El Cuervo'. Entonces, el padre comienza a buscar 'El Cuervo' dentro de su propia familia. Tan solo un mes después del crimen, Bernard Laroche, primo hermano del padre de Grégory, fue acusado del asesinato del menor. Fue puesto el libertad poco después, aunque para los padres de Grégory siempre ha sido el único culpable.

Cuando salió de la cárcel, el padre del pequeño se tomó la justicia por su mano y mató a su propio primo y hasta entonces su mejor amigo, Bernand Laroche. Un hecho que hundió aún más a la familia.

Poco después, con el padre de Grégory ya en prisión, el juez fijó las sospechas en Christine Villemin, la madre del pequeño y la última persona que le vio con vida.

Durante nueve años todo apuntó a ella, pero una vez más las pruebas fueron insuficientes. Así, los años pasaban y el supuesto asesino de Grégory seguía en la calle mientras los investigadores no cesaban en su intento por capturarle.

En 2008 se analizaron las cuerdas con las que ataron al menor y el ADN hallado en ellas y, en junio de 2017, la investigación volvió a dar un giro al analizar la caligrafía de las cartas: todo apuntó a Jacqueline Jacob, abuela paterna de Grégory, aunque la justicia determinó que tampoco era ella.

Ahora, después de 36 años, la justicia reabre la investigación al interrogar a otros testigos y realizar otras pruebas de ADN. Además, se ha encargado a expertos suizos una prueba de estilometría para tratar de averiguar quién es el autor de los anónimos.

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