Las escuchas Bárbaras: al servicio de Su Majestad

Bárbara y el rey: retrato de un chantaje millonario pagado con dinero público y tapado por espías

Columnas de la historia Los audios secretos de Bárbara Rey y los diarios del espía Manglano completan el relato de una época de corrupción, del pacto entre un monarca y su examante y de las maniobras para evitar un escándalo a costa del dinero público.

Lo más parecido a un agente 007 que hemos tenido en este país ha sido el exjefe de los espías Emilio Alonso Manglano. No se parece a Sean Connery o Pierce Brosnan, pero mejor afrontar la realidad, porque nuestra trama patria a destapar tampoco es digna de Hollywood. Aunque sí bastante más divertida y desgraciadamente real. En su caso, Manglano tenía licencia para tapar.

Conocer las grabaciones secretas de Bárbara Rey y cruzarlas con los diarios que acumulaba el exdirector del espionaje español nos permite completar el relato de una época. Unos años de corrupción institucional donde los españoles veíamos a un monarca llorar en la boda de una de sus hijas y, solo dos días después, informaba al espía Manglano de que el pacto con su examante, que le estaba chantajeando con material privado sensible, estaba cerrado. Con dinero público, por supuesto.

"Un acuerdo para pagarle 600 millones de pesetas a lo largo de 10 años. Una primera entrega de 100 millones y 10 entregas de 50 millones al año durante 10 años. Aquí sí hay dinero público. Hay una parte que la pone el CESID", relata Juan Fernández-Miranda, autor del libro 'El jefe de los espías'.

Al repasar el archivo de la época, el equipo de laSexta Columna ha encontrado imágenes aparentemente inocentes, que ahora parecen más bien avisos. Como Bárbara Rey haciendo una paella ante las cámaras en la intimidad de su casa. La vedette no disparaba al rey en sus declaraciones, pero ahora sabemos que justo una paella era la receta que también le cocinó al monarca y que inmortalizó en una foto que ahora se ha filtrado.

En aquella época, el CESID acababa de entrar en el hogar de Bárbara Rey para robar material sensible y ella lo llega a denunciar en la Policía y en los medios, pero nunca pronuncia el nombre del monarca. Como mucho, apunta en alguna entrevista "a alguna persona que tiene un cargo muy importante en este país". Era una clara estrategia para protegerse: "Tengo las espaldas bien cubiertas porque también tengo documentación, todo firmado ante notario en caso de que a mí me ocurriese algo o a alguna persona a la que quiero", decía la vedette, a quien en algunas grabaciones se le percibe cierto miedo.

Licencia para tapar

Bárbara Rey también quería presionar para conseguir dinero. Llega a dar entrevistas de tono amenazante que están semanas guardadas. Porque los medios de comunicación conocían el romance real pero, por falta de pruebas, o por indicaciones del poder, no era fácil publicar absolutamente nada. "El CESID de Manglano hizo dos cosas: uno, proporcionar la cobertura para que el rey tuviera esos encuentros y en segundo lugar, intentar evitar por todos los medios que los vídeos, los audios, los detalles de esas citas salieran a la luz. Y entonces está el comprar el silencio de Bárbara Rey. Ahí intervino activamente el CESID, algo verdaderamente bochornoso", describe el exdirector de 'El Mundo' Pedro J. Ramírez.

Teniendo en cuenta las filtraciones que conocemos últimamente, desde conversaciones hasta fotografías íntimas, no parece que los espías de la época estuvieran a la altura de James Bond. Más bien se trata de una operación que habría intentado acabarse con un glamour limitado, como relata Miguel González, periodista de 'El País': "Hay una reunión en una notaría en la que cual ella [Bárbara Rey] lleva esas grabaciones. Se hace una pira con ese material y se firma un contrato a través de una empresa pantalla para que ella reciba mensualmente ese pago. Parece que se queda copias, como luego hemos podido comprobar".

Por el camino, mientras el Estado decidía en la sombra si pagaba el rescate de los amoríos reales, el rey llega a plantear su abdicación a un Aznar que acaba de ganar las elecciones de 1996 y se encuentra con el monárquico pastel. Que sepamos, el expresidente 'popular' no ha explicado nunca este episodio y cuánto dinero público se acabó pagando en este segundo rescate al Rey.

Al que sí le han preguntado ha sido a Felipe González, que ha negado que se pagara a Bárbara Rey durante su mandato, despachando el tema como simple "chismografía" y prefiriendo hablar de temas importantes, como Venezuela. Cada uno tiene sus manías, supongo.

Así esquivó Manglano la condena

Lo cierto es que es ahora cuando nos enteramos de cómo buena parte del aparato del Estado se confabuló para protegerse a sí mismo. Y que uno de sus principales muñidores, Manglano, ni siquiera acabó condenado por el caso de las escuchas del CESID. El Tribunal Constitucional le libró. Curiosamente, después de años de servicio a Su Majestad, el exjefe de los espías escribió al entonces rey Juan Carlos para que intercediera en el proceso judicial ante dicha instancia.

Le hemos preguntado al juez al que el Constitucional tiró su sentencia, Perfecto Andrés, si cree que el único condenado, el exespía Perote, se 'comió el marrón': "Hombre, en términos muy coloquiales, sí se podría decir. Porque es evidente que las responsabilidades de las actuaciones que se tratan ni empezaban ni acababan en Perote", reconoce. Y el magistrado abunda recordando que, al repetirse el juicio porque el Tribunal Constitucional obligó a ello, "se produce un fenómeno singular, extraordinario: todas las acusaciones particulares, que en el juicio que nosotros celebramos actuaron con enorme rigor, con enorme interés, de repente, todas se caen".

Así que el exjefe de los espías, Emilio Alonso Manglano, no acaba condenado. Y el rey entonces se libra de las manchas reputacionales de Bárbara Rey gracias al dinero público. Y, además, cuando Aznar llega al poder, después de todo el ruido por las escuchas del CESID, indulta a Vera y Barrionuevo. Licencia para tapar. Al servicio de Su Majestad y del statu quo. ¿Y los españoles? Mejor no preguntar mucho, no nos vayamos a enterar.