NO SE PRIVABA DE NINGÚN LUJO
El hombre que vivió por encima de nuestras posibilidades
Esta es la historia de cómo un inspector de Hacienda de provincias pasó a matar hipopótamos en Tanzania, conducir Ferraris y viajar en yate. Y en esta historia hay una persona clave. Un hombre que se permite dar a Miguel Blesa un cachetito en público, José María Aznar.
Cuando Aznar casa a su hija en el Escorial, ahí está Blesa. Y cuando bautiza a su primer nieto, ahí está Blesa. El banquero termina así sus mails al expresidente: "Buenas vacaciones. Un abrazo".
Pero no es este Aznar retirado el que se hizo amigo de Blesa. Ni el de la mayoría absoluta, ni el de su llegada al poder. Ni siquiera el de la oposición. Aznar conoció a Blesa en una academia. Juntos prepararon la oposición a inspector de Hacienda, aprobaron y encontraron plaza en Logroño.
Así lo recuerda Aznar en sus memorias: "Nos pusimos a buscar casa y muy pronto encontramos dos pisos en el mismo edificio […]. Uno tenía mejores vistas que el otro. Como Miguel Blesa y su mujer […] también estaban buscando piso, decidimos tirar una moneda al aire para ver quién se quedaba el mejor. Tuvimos más suerte nosotros".
Los Aznar y los Blesa comparten descansillo en Logroño en 1978. 18 años después llegan las consecuencias. En 1996, el líder del PP aterriza en la Moncloa y Blesa se convierte en Presidente de Caja Madrid. ¿Con qué currículum llega a la segunda entidad de ahorros del país?
Más de 13 años disfrutó Blesa la presidencia del consejo de administración de Caja Madrid. Y no se privó de nada. Sus retribuciones se lo permitían. Además de las dietas y los gastos de representación, el banquero multiplicó el sueldo de su antecesor por 18. Si había que beber, sólo el mejor caldo, Vega Sicilia Magnum a 680 € la botella, Château d'Yquem a 220 y Champán Brut Cristal de Roederer, creado para el zar Alejandro II. Pagaba la caja.
Si había que moverse, sólo el mejor coche. Caja Madrid adquirió un BMW serie 7 blindado por más de medio millón de euros. Aunque a Blesa no le convencía. Y además, era un coche para trabajar.
Para las vacaciones y los fines de semana, Blesa se compró un Ferrari. Un seis-doce Scaglietti. De cero a cien en cuatro segundos. Velocidad máxima: 315 kilómetros por hora. Aunque Blesa prefería conducirlo más despacio: "He venido prudente, salvo ocasiones. He llegado a 240".
Para la playa, ni BMW, ni Ferrari, el banquero se subía a la moto. Con sombrero de paja en lugar de casco. Y para el mar, un velero o un yate. Con ellos recorrió el Mediterráneo el expresidente del Caja Madrid.
Porque la vida de Blesa era así: "Tengo un verano movidito, no me voy a aburrir. La última semana de julio navegando en Turquía […] y luego me retiraré entre la Costa Azul también con barco, Sotogrande y más Madrid, y acabaré con mi hija y el aspirante en Miami. Lo dicho, variado y movido".
En el mail no habló de sus cacerías. Otra de sus pasiones. Le hemos visto posar en Argentina con dos cabezas de búfalos, en Tanzania con un hipopótamo, un león y una cebra, en Namibia con un búfalo y un antílope. Y en Rumanía con un oso pardo, el símbolo de Caja Madrid. Fue en plena cordillera de los Cárpatos y el ejemplar pesaba 400 kilos.
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