La 'segunda intifada' de la vedette

El segundo y más salvaje chantaje de Bárbara Rey a Juan Carlos I: "El vídeo es mucho más explícito que las fotos"

El segundo chantaje de Bárbara Rey era incluso más peligroso para la Corona, porque entre el material que podía salir a la luz había vídeos íntimos grabados en el chalet de la vedette: "Había una instalación de tres cámaras en el salón y el dormitorio para grabar en vídeo y audio".

15 de septiembre de 1995. Mientras España se estremecía con las masivas protestas de los trabajadores de los astilleros, que se revolvían para defender miles de puestos de trabajo, en Zarzuela las preocupaciones eran otras. Ese día, según recogió en su diario Emilio Alonso Manglano, jefe patrio de los espías, se recibió una inquietante llamada: Bárbara Rey habría empezado su segundo chantaje al rey Juan Carlos. El más salvaje, porque había vídeos privados.

Si recientemente salían a la luz fotos íntimas de la pareja en el exterior del chalé de la vedette publicadas en una revista neerlandesa, ese segundo chantaje tenía que ver con "los vídeos que se grabaron dentro", según explica el periodista Juan Fernández-Miranda. "Había una instalación de tres cámaras en el salón y en el dormitorio para grabar en vídeo y audio lo que allí sucediera", detalla el autor de 'El jefe de los espías'.

Es entonces cuando los servicios secretos, a instancias del monarca, ponen en marcha una nueva operación para intentar frenar el escándalo. "El rey vuelve a llamar a Manglano, Bárbara Rey necesita ayuda, en un año se ha gastado 25 millones de pesetas y algo más. Entonces el CESID pone en marcha otra operación, esta es más importante, el vídeo es mucho más explícito que las fotos", detalla Fernández-Miranda.

El entonces jefe del Estado, además de con el CESID, contaba con la ayuda de su "hombre de confianza": Manuel Prado y Colón de Carvajal, un hombre que se presentaba como un aristócrata modesto, pero que iba a ser el negociador con Bárbara Rey, de nuevo.

"Jugaba un poco el papel de coordinador de todos los movimientos que se hacían a su alrededor para proteger su imagen pública y su seguridad económica. Y, por lo tanto, tenía un papel destacadísimo. Tenía interlocución directa con el jefe del CNI, entonces el CESID, con las altas instancias judiciales, con las altas instancias políticas, incluso con gobiernos extranjeros", apunta Manel Pérez, adjunto al director de 'La Vanguardia'.