BLOGGING DEAD | YO NO ME ABURRO
El episodio del Gobernador, el nuevo líder
En ocasiones, por muy fan que sea de 'The Walking Dead', cuento los segundos para que aparezca el próximo zombie. No es que me guste especialmente la violencia, pero si hablamos de vivir al límite, de sobrevivir, esto es lo que hay. Así lo venía asumiendo desde el comienzo. Hasta ahora, hasta este episodio 3, en el que hace acto de presencia (¡y qué presencia!) el Gobernador.
Echaba yo en falta alguien que viniese a zurrarle la badana al blandito Rick y compañía. Y no me lo creo. Me encanta este tipo, como quien admira al mismísimo Dexter o a Tony Soprano. ¿Qué me pasa doctor... House?
El Gobernador, el primero de la serie sin nombre, al que todos se dirigen por este significativo apelativo, es en realidad otro de esos muertos vivientes pero en vida. Como un zombie, también ataca y aniquila, inoculando, además, otro tipo de infección: la empatía.
El Gobernador es como un Terminator con modales, aunque él no volverá porque no habrá nadie para esperarle. Si puede, acabará con todos. Y si sobrevives, será porque te dejaste seducir por el espejismo. Lo consigue con una débil Andrea a la que para mi sorpresa consigue domar, con lo que ella ha sido. Andrea se convierte así en otro de sus acólitos, casi sin darnos cuenta.
Porque resulta que este Gobernador, que cocina, bebe té y da lecciones de vida, como su propio nombre indica, gobierna a todo un pueblo, enfermo de ignorancia. Es un dictador con un oscuro propósito. Andrea, como esa gente, se muestra vulnerable y frágil a su lado. Y también nosotros, como si formáramos parte de esa comunidad, ajenos a la realidad.
El Gobernador, que es el malo que cae mejor que el bueno, consigue que sólo tengamos ojitos para él, que nos olvidemos rápidamente de Rick y de la cárcel (a los que no vemos en ningún momento), y queramos saber más de Woodbury y de este nuevo grupo ajeno a los peligros del exterior. Eso, Andrea, porque la imperturbable Michonne, ajena al hechizo, desconfía, como en realidad, deberíamos hacer todos nosotros.
Lo mejor: el Gobernador nos descubre que muramos como muramos estaremos infectados. Que todos somos futuros zombies. Cómo justifica, por ello, que hay que matar sin compasión.
Lo peor: queremos saber más de esos toques de queda, de esas patrullas que supuestamente arriesgan la vida por proteger al pueblo y, sobre todo, de Milton, un experto en los mordedores que intenta poner orden al caos. Pero, ¿por qué? ¿Para qué son esas cabezas de zombies que el Gobernador guarda en una gigantesca pecera?