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UNO DE LOS CAMPOS CON MÁS FRAUDE

El día que 10.000 españoles se reunieron para ver un OVNI que no apareció

Hace tres décadas miles de personas se reunieron para buscar extraterrestres en Canarias, alentados por la radio pública

Teide, monolito y platillo Pepo Jiménez

El fenómeno OVNI en España, uno de los campos más propensos para el fraude, la fantasía y las bromas, siempre ha sido explicado en nuestro país desde una minoría fiel a la literatura fantástica y a los fenómenos paranormales. Los avistamientos de objetos no identificados están basados en testimonios reales de labradores, pilotos, marineros u otros ciudadanos con demasiadas dudas y que más tarde se reconvierten en misterios paranormales sin fin en manos de algún ufólogo oportunista que tiene que ganarse la vida.

Pero no hace demasiado tiempo se sobrepasó este límite de lo convencional para convertir el fenómeno de minorías en un espectáculo de masas que escaparía del control de los organizadores.

Estamos hablando de la concentración en las Cañadas del Teide el 24 de junio de 1989. Más de 10.000 personas convencidas y reunidas en un mismo sitio para mirar al cielo y observar las posibles señales de una civilización extraterrestre ¿Cómo fue posible esta sinergia? ¿Cómo se organizó un evento tan grande sobre una aparición inexistente? ¿Por qué tanta gente se convenció de que era una oportunidad histórica?

Las respuestas a todas estas preguntas hay que hacerlas desde el punto de vista psicológico. Es la ciencia y no la pseudociencia la que explica la convicción de esta masa, la misma que explicó el pánico y la repercusión mediática del famoso serial radiofónico de Orson Welles, ‘La guerra de los mundos’.

De hecho fue otro programa de la radio pública, 'Espacio en Blanco' de Miguel Blanco, por entonces estrella de la radiodifusión nocturna, la que se encargó de captar poco a poco y durante varias semanas a los incautos que asistieron a aquel evento gratuito. Una especie de concierto espiritual que con la excusa del avistamiento OVNI trataba de celebrar la autoafirmación de una idea racional dentro de un espectáculo sin sentido: “No estamos solos en el universo y hoy lo vamos a presenciar”.

Canarias es un santuario para mitómanos de lo paranormal y ufólogos. Cielos claros y despejados y una colección de testimonios y avistamientos inmensa. Las observaciones entre 1974 y 1979 no dejaban lugar a dudas: allí estaba pasando algo fuera de lo normal. El fenómeno OVNI tenía entretenido a muchísima gente y los testimonios no dejaban de llegar a las cabeceras de los periódicos locales.

El problema fue que nadie contaría con la misma intensidad la explicación racional de la mayoría de aquellos avistamientos. No eran más que lanzamientos de misiles Poseidon de la armada norteamericana al oeste de Canarias. Una vez más, el secretismo militar alimentaba el mito. A pesar de las conclusiones las islas quedaban bendecidas como sede mesiánica de avistamientos extraterrestres.

Bajo ese bagaje histórico se organizaría la gran quedada. En una época sin una internet masificada ni redes sociales, convocar a más de 10.000 personas a este gran ‘botellón ufólogo’ fue un fenómeno sin precedentes.

Los organizadores pusieron a disposición del público autobuses -las famosas guaguas- gratuitos desde el centro de la ciudad hasta el mirador de La Ruleta, dentro del Parque Nacional del Teide, en la isla de Tenerife, en una despejada noche del recién estrenado verano de 1989. Pero no contaron con que la mayoría elegiría el transporte privado para subir hastas el punto de encuentro. Hubo atascos de más de una hora y embotellamientos en una carretera limitada y con fondo de saco que impedía la correcta evacuación en caso de incidentes.

No hubo tampoco asistencia sanitaria ni servicios básicos para atender a una masa de esas proporciones dentro de un espacio natural protegido. Hasta el propio organizador, Miguel Blanco, reconocería más adelante que el miedo a una estampida le impedía dejar de rezar para que al final no se produjera ningún fenómeno paranormal que generase pánico a una masa ‘encerrada’ en la montaña. Jugaba con la ventaja del sentido común.

La organización, desbordada por la creciente repercusión de la convocatoria anunciada con cuñas en su espacio de radio, rodeó al evento unos días antes de un componente místico para cubrirse las espaldas y diluir el motivo original de la quedada.

Según Francisco Padrón, el empresario y periodista asociado a la organización, la quedada era también “...una gran reunión en el Parque Nacional con el fin de aprovechar la energía telúrica y, tras un ejercicio de relajación, emitirla con ideas positivas de paz y armonía, proyectándola hacia todo el planeta”. También extendieron la invitación a “...los extraterrestres para que compartan con nosotros esta buena voluntad”

Para efectuar esta llamada hacia el exterior los organizadores montaron un escenario con 20.000 vatios de luz y 10.000 de sonido que emitiría durante la reunión todo tipo de sonidos y destellos a modo de “Encuentros en la Tercera Fase” en busca de una respuesta extraterrestre que nunca llegó. La temperatura bajó hasta los cero grados conforme se adentraba la noche y los posibles avistamientos no pasarón de las estelas de aviones que surcaban el cielo con estricta normalidad o las linternas que agitaban algunos bromistas desde el cráter del cercano Teide.