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Tres años en busca del (hipotético) noveno planeta del Sistema Solar
Corría el mes de enero de 2016 cuando los investigadores Konstantin Batygin y Mike Brown revelaban por primera vez la presencia de un nuevo objeto masivo en el Sistema Solar con una órbita heliocéntrica más lejana que la de Neptuno. Detectado gracias a modelos matemáticos y simulaciones por ordenador, lo bautizaron como Planeta Nueve.
Su gran tamaño no dejaba lugar a dudas sobre su naturaleza planetaria. A diferencia de los pequeños planetas enanos —Brown contribuyó a la reclasificación de Plutón en esta categoría en el 2006—, parecía ejercer una potente fuerza gravitatoria en su entorno.
De confirmarse, el hallazgo sería todo un hito científico: “Solo ha habido dos verdaderos descubrimientos de planetas desde la antigüedad, y este sería el tercero”, explicaba Brown por entonces. Pero sus descubridores, ambos investigadores en el Instituto Tecnológico de California, solo podían manejar hipótesis para probar su existencia.
Durante estos tres años, junto con expertos de todo el mundo, Brown y Batygin han continuado con la búsqueda de nuevos indicios que refrenden sus teorías. Aunque no han conseguido aún encontrar el rastro del Planeta Nueve en imágenes espaciales, han dado a conocer recientemente los frutos de su incansable trabajo en dos nuevos estudios que arrojan pistas y detalles sobre su naturaleza.
Un pastor espacial en el cinturón de asteroides
Una de las ideas en las que los científicos se habían basado al inicio es que, según ciertas observaciones, la influencia gravitacional de un supuesto planeta lograría mantener alineadas las órbitas de los objetos helados del cinturón de asteroides, localizado entre las órbitas de Marte y Júpiter, evitando que colisionen.
En la primera de sus nuevas investigaciones, han analizado si este efecto ocurre de verdad o si es consecuencia de algún tipo de sesgo en los datos. Para ello, han estimado las posibles desviaciones ocurridas en cada una de las observaciones estudiadas y hallado la probabilidad de que los resultados sean falsos: es de una entre 500. “Aunque este análisis no dice nada directamente sobre la presencia del Planeta Nueve, sí indica que la hipótesis se asienta sobre una base sólida”, ha aclarado Brown.
El segundo de sus trabajos, aún pendiente de publicación, incluye nuevos modelos de la dinámica del Sistema Solar y acota algunas de las características del noveno planeta que ya se habían estimado, como su tamaño o la distancia al Sol.
Parece que orbita más cerca del astro rey de lo que se pensaba, a unas 400 unidades astronómicas (casi 6000 millones de kilómetros), el equivalente a 400 veces la distancia que separa el centro de la Tierra del centro del Sol. Además, es más brillante y más pequeño: tiene cinco veces la masa de la Tierra, y no diez, como se creía en un principio.
Con estas medidas, “es muy probable que el Planeta Nueve recuerde mucho a la típica supertierra extrasolar”, ha explicado Batygin. El investigador se refiere a un tipo de planeta con una masa mayor que la de la Tierra, pero menor que la los gigantes gaseosos o planetas exteriores (como Júpiter y Neptuno), que se sitúan más allá del cinturón de asteroides.
Pese a aceptar que el Planeta Nueve podría no existir, sus descubridores aseguran que, cuanto más estudian la dinámica de las órbitas en el Sistema Solar, mayores son las evidencias que sugieren su presencia en el espacio. Una observación sería la prueba definitiva. Y Batygin se muestra optimista: “Aunque encontrar astronómicamente el Planeta Nueve supone un gran reto, creo que captaremos su imagen en la próxima década”.