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LO MALO, QUE NO SE VERÁ
Todos hemos oido alguna vez el término de 'superluna', que podría definirse como una Luna llena que coincide con el punto más cercano a nuestro planeta de su órbita. Esto es, la superluna tiene lugar cuando la Luna está llena y está en el punto denominado perigeo.
En realidad, tendríamos una superluna en cada órbita lunar, que dura 29 días; pero en los últimos tiempos solo se han popularizado las superlunas que coincidían con la fase de llena.
Sin embarog, debe ser que este año no va a haber demasiadas superlunas llenas y ya se ha empezado a anunciar la superluna negra. Es decir, una luna en el perigeo con una fase de nueva o muy próxima a nueva. Eso sucederá el próximo miércoles 18 de febrero, cuando la Luna estará a 8 horas de estar en fase de nueva. Esto se traduce en que esta superluna se verá como un leve hilo de Luna justo antes del amanecer.
Y si ya es complicado apreciar la diferencia de una superluna llena con respecto a una luna llena “normal”, la cosa se complica con la superluna negra, porque, como ya explicamos, cuando la luna está nueva no la podemos ver porque su cara visible está ensombrecida por la luz del sol.
¿Tiene sentido hablar de una superluna que no podrá observarse? Hay controversia entre los astrónomos: unos dicen que tiene sentido, otros que no. Por supuesto que es interesante saber cuándo la Luna está más cerca, pero si no anuncian las superlunas, estén en la fase que estén, poco sentido tiene hablar en este caso de una luna que no podremos observar.
Y como seguía sin haber superlunas llenas, han buscado la siguiente superluna negra: 20 de marzo. No obstante, esta resulta más interesante. ¿Por qué?
Porque ese día habrá eclipse de Sol y desde la España se podrá apreciar un Sol ocultado del orden del 70%, dependiendo del punto del país desde el que se observe.