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UNA SUPERLLAMARADA PODRÍA HACER INHABITABLE LA TIERRA
De vez en cuando alguna tormenta solar alcanza la Tierra. Aunque sus efectos no suelen ir más allá de provocar auroras boreales, en alguna ocasión han ocasionado cortes eléctricos. Pero estos eventos no son nada si los comparamos con la destrucción apocalíptica que experimentaría la Tierra si fuese alcanzada por una llamarada gigante como las que hemos observado en otras estrellas.
Se llaman superllamaradas y las llevamos observando desde hace cuatro años, cuando el observatorio espacial Kepler (NASA) nos ofreció su descubrimiento.
No tenemos constancia escrita de que en nuestra estrella se hayan producido, pero los científicos se cuestionan si estas superllamaradas tienen un origen similar a las llamaradas solares, que sabemos que se producen cuando los grandes campos magnéticos de la superficie del Sol colapsan y entonces, una gran cantidad de energía es liberada emitiendo partículas cargadas y arrojándolas al espacio.
Viajemos hasta el jueves 1 de septiembre de 1859. Aquel día una mancha solar se iluminó de repente de una forma nunca antes vista. Como consecuencia se observaron auroras boreales al día siguiente en lugares donde no había constancia de ello, como Cuba o Hawaii. También se desestabilizaron los sistemas de telégrafos de todo el mundo. Incluso los registros en los hielos de Groenlandia indican que la capa de ozono quedó dañada.
Se trató de una emisión solar gigantesca que se bautizó como “evento Carrington”, pero no fue una superllamarada: éstas llegan a ser hasta 10.000 veces más potentes.
Ahora, un equipo internacional de científicos liderado por Christoffer Karoff, investigador en la Universidad de Aarhus en Dinamarca, quieren ver si el Sol podría provocar una de estas superllamaradas. Para ello han analizado los datos obtenidos con el telescopio chino Guo Shou Jing y los han publicado en la revista 'Nature Communications' bajo el título 'Observational evidence for enhanced magnetic activity of superflare stars'.
"Cabría esperar que los campos magnéticos en la superficie de las estrellas con superllamaradas sean más intensos que los campos magnéticos en la superficie del Sol", explica Karoff. Sin embargo, de las 100.000 estrellas con superllamaradas analizadas, un 10% tenían un campo magnético con una fuerza similar -o incluso más débil- que el de nuestro astro rey. "
No esperábamos encontrar superllamaradas en estrellas con campos magnéticos tan débiles”, añade Karoff. Así que cabe la posibilidad de que el Sol pueda producir una superllamarada.
Lo que sí es seguro es que la Tierra ha sufrido al menos una “pequeña superllamarada”. Ocurrió en el año 775 dC, y lo sabemos por el patrón de isótopos radiactivos encontrados en los anillos de los árboles de aquella época, que encajan con los modelos realizados por el equipo de Karoff. Han calculado la intensidad que pudo tener y la sitúan entre 10 y 100 veces superior a la que provocó el "evento Carrington".
Ahora utilizan los datos para evaluar la frecuencia con la que una estrella de campo magnético similar al Sol emite estas superllamaradas, y estadísticamente sucedería -aproximadamente- cada milenio.
Pero la estadística no siempre se cumple, porque esos mismos anillos de los árboles nos dicen que ocurrió otra en el año 993 dC, sólo 218 años después. ¿Cuándo -y sobre todo, cómo de fuerte- será la siguiente?