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El sonido es una onda de presión y necesita un medio elástico para propagarse. El vacío del espacio no es un medio elástico. Por eso, no se puede escuchar nada. Es totalmente improbable que nadie pueda oir nuestros gritos; pero, ojo, eso no significa que no haya ruido.
En el espacio, hay gases, los cuales permiten que las ondas de sonido se propaguen, pero el gas interestelar es mucho menos denso que nuestra atmósfera. El aire tiene unos 30 trillones de millones de átomos por centímetro: el espacio exterior, en comparación, menos de dos.
Aunque estuviéramos en el borde de una nube de gas interestelar y un sonido se acercara a nosotros, sólo algunos átomos por segundo llegarían hasta nuestros tímpanos, lo que no bastaría para que pudiéramos oír nada. Los seres humanos nos quedamos sordos en el espacio, ya que nuestros oídos no son suficientemente agudos.
Ocurre lo mismo en Marte. La densidad de su atmósfera es un 1% con respecto a la nuestra. Si en la Tierra un grito puede viajar un kilómetro antes de ser absorbido por el aire, en Marte sería completamente inaudible a 15 metros de distancia.
El espacio nunca está en silencio. Algunos fenómenos, como los agujeros negros, dan su propia nota. Uno de ellos, Chandra, albergado en las galaxias de Perseo, a unos 250 millones de años luz de la Tierra, fue detectado por el satélite-observatorio de rayos X de la NASA en 2003.
Pero, a pesar de ser ‘visto’, ese sonido nadie lo oirá nunca. Es 57 octavas más grave que un do medio: más de mil millones de veces más grave que los límites del oído humano. Es la nota más profunda detectada de cualquier otro objeto en el universo: y está en si bemol, igual que una vuvuzela.