Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
ENTRÉGALO O ESCÓNDELO PARA SIEMPRE
Según el Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967, una nave espacial y sus partes siguen siendo propiedad de su país de origen hasta que sus autoridades digan lo contrario. Que un ciudadano se adueñe de una reliquia cósmica puede tener consecuencias legales.
Cada año, entre 200 y 400 objetos procedentes del espacio se internan en la atmósfera a velocidades que pueden superar los 25.000 kilómetros por hora. De no desintegrarse al atravesar este escudo gaseoso, la chatarra extraterrestre acaba precipitándose sobre la superficie de nuestro planeta.
Como era previsible, esto es lo que podría haber pasado con algunos fragmentos de la estación espacial china Tiangong-1 si hubiera caído en territorio no marítimo. Sus responsables perdieron el control de este enorme laboratorio metálico de ocho toneladas y media de peso en el 2016.
Hace meses, tanto la Agencia Espacial Europea (ESA), que tiene un programa dedicado a vigilar la basura espacial, como las oficiales chinos estimaron que el módulo entraría en contacto con la atmósfera entre finales de marzo y principios de abril. Así, los escombros que sobrevivan a las llamas y al vertiginoso descenso caerán en zonas situadas entre los 42,8° de latitud norte y los 42,8° sur, una franja en la que se encuentra España.
Afortunadamente, el riesgo de que una persona recibiera el impacto de una pieza de la estructura metálica es diez millones de veces menor que el riesgo de que sea golpeada por un rayo. Pero, ¿y si nos hubiéramos encontrado con una parte de Tiangong-1? ¿Nos la hubiéramos podido llevar a casa y presumir del hallazgo?
Mejor no te acerques
Había, al menos, un par de razones de peso por las que no deberías acercarte, ni mucho menos tocar, los escombros del módulo chino. La primera tiene que ver con la salud. Las piezas de la estación espacial podrían albergar materiales y compuestos perjudiciales para las personas, como el combustible de los tanques.
Además, debido a su combustión en la atmósfera y su rápida caída, los pedazos podrían estar plagados de bordes cortantes. Un verdadero peligro para aquellos que, inocentemente, aproximen sus manos para satisfacer su curiosidad.
La segunda razón tiene que ver con el embrollo legal que rodea a los objetos cósmicos artificiales que caen a la Tierra (a pesar de ser basura). Según estipula el Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967, ratificado por más de un centenar de estados, una nave sigue siendo legalmente propiedad de un país hasta que este diga lo contrario. Es decir, caigan donde caigan los pedazos de Tiangong-1, continúan perteneciendo a China.
De esta forma, el país asiático sería responsable de los posibles daños que los restos de la estación espacial pudieran ocasionar a un ciudadano o a una propiedad. Pero este marco legal también implica que cualquier persona que se guarde un trozo del módulo estaría robando un objeto que pertenece al Gobierno chino y podría ir a la cárcel.
No sería la primera vez que una acción de este tipo tiene graves consecuencias. En 1986, uno de los tripulantes del barco que buscaba los pedazos de la sonda Challenger, después de que esta explosionara en la atmósfera, decidió guardarse un trozo. Lo escondió durante 25 años, hasta que lo puso a la venta en eBay como “el regalo de Navidad definitivo”.
Después de que la NASA lo descubriera, el hombre fue acusado de robar una propiedad del Gobierno estadounidense y fue sentenciado a dos años de libertad condicional. Algo similar ocurrió en el 2003 cuando varias personas intentaron vender los restos del transbordador espacial Columbia en la misma web; las autoridades intervinieron y reclamaron los objetos, ya que, por entonces, llevaban a cabo una investigación sobre el accidente que había sufrido la nave.
No obstante, los pedazos de basura espacial pueden convertirse (al fin) en un suvenir una vez hayan concluido las investigaciones y el país responsable del artefacto renuncie a su posesión. Por eso, lo más aconsejable, en principio, es contactar con las autoridades para devolver el objeto a su dueño. Aunque no serías el primero ni el último en esconder reliquias espaciales como auténticos tesoros.