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CONCILIAR EL SUEÑO
Tras la pandemia, las personas con problemas para conciliar el sueño pasaron de menos de un 30 % a dos de cada tres. Y esto no es gratuito.
Pese a que la sabiduría popular habla de que pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo y a veces se considera tiempo perdido, la realidad es que el sueño es fundamental para nuestra salud. Tiene impacto en nuestra memoria, en los procesos cognitivos, en el riesgo de ganar peso, en la salud cardiovascular, el desempeño de atletas, en nuestra salud mental... y la lista sigue.
El problema es que cada vez nos cuesta más dormir. De acuerdo con un estudio publicado en 'The Lancet', desde la pandemia las personas que señalan problemas para dormir se ha más que duplicado y ha pasado de menos de un 30 % a más de un 66 %.
Para evaluar el impacto de este incremento en del insomnio en la población adulta, un equipo de la Universidad de Richmond liderado por Wendemi Sawadogo analizó datos de más de 30.000 voluntarios y descubrió que aquellos con problemas para conciliar el sueño, permanecer dormido y que se despertaban demasiado temprano, podían tener más probabilidades de sufrir un derrame cerebral. Los resultados se han publicado en 'Neurology'.
Además, los investigadores encontraron que el riesgo era mucho mayor en personas menores de 50 años. Eso sí, es importante destacar que el estudio no prueba que los síntomas del insomnio causen un accidente cerebrovascular; solo muestra una asociación.
"Hay muchas terapias que pueden ayudar a las personas a mejorar la calidad de su sueño - explica Sawadogo en un comunicado -, por lo que determinar qué problemas del sueño conducen a un mayor riesgo de accidente cerebrovascular puede permitir tratamientos más tempranos o terapias conductuales para las personas que tienen problemas para dormir y posiblemente reducir su riesgo de accidente cerebrovascular. más tarde en la vida".
A los participantes se les hicieron cuatro preguntas sobre la frecuencia con la que tenían problemas para conciliar el sueño, problemas para despertarse durante la noche, problemas para despertarse demasiado temprano y no poder volver a dormir, y con qué frecuencia se sentían descansados por la mañana.
Las opciones de respuesta incluían "la mayor parte del tiempo", "a veces" o "rara vez o nunca". Las puntuaciones variaron de cero a ocho, y un número más alto significa síntomas más graves. Luego se realizó un seguimiento sobre los voluntarios durante un promedio de nueve años. Durante ese tiempo, hubo 2.101 casos de accidente cerebrovascular.
Después de ajustar otros factores que podrían afectar el riesgo de accidente cerebrovascular, como el consumo de alcohol, el tabaquismo y el nivel de actividad física, los investigadores encontraron que las personas con uno a cuatro síntomas tenían un riesgo 16 % mayor de accidente cerebrovascular en comparación con las personas sin síntomas.
El vínculo entre los síntomas del insomnio y el accidente cerebrovascular fue más fuerte en los participantes menores de 50 años, y los que experimentaron de cinco a ocho síntomas tenían casi cuatro veces más riesgo de accidente cerebrovascular en comparación con las personas sin síntomas.
"Esta diferencia de riesgo entre estos dos grupos de edad puede explicarse por la mayor incidencia de accidentes cerebrovasculares a una edad más avanzada - añade Sawadogo -. La lista de factores de riesgo de accidente cerebrovascular, como la presión arterial alta y la diabetes, puede crecer a medida que las personas envejecen, lo que hace que los síntomas del insomnio sean uno de los muchos factores posibles. Esta sorprendente diferencia sugiere que controlar los síntomas del insomnio a una edad más temprana puede ser una estrategia eficaz para la prevención del accidente cerebrovascular. La investigación futura debería explorar la reducción del riesgo de accidente cerebrovascular a través del manejo de los problemas para dormir".
Pese a esto podría haber una solución o al menos un recurso útil para la mayoría de las personas: la siesta. Al menos esa es la conclusión de un estudio realizado por científicos de la Universidad del London College y de la Universidad de la República de Uruguay.
El estudio, publicado en 'Sleep Health', analizó datos de personas de 40 a 69 años y encontró un vínculo causal entre las siestas habituales y un mayor volumen total del cerebro, un marcador de buena salud cerebral relacionado con un menor riesgo de demencia y otras enfermedades.
Este resultado tendría un importante impacto a la hora de contrarrestar los derrames cerebrales vinculados a la falta de sueño. De hecho las siestas durante el día puede ayudar a preservar la salud del cerebro al disminuir la velocidad a la que nuestros cerebros se encogen a medida que envejecemos. "Nuestros hallazgos - apunta en un comunicado, Victoria Garfield, líder del estudio - sugieren que, para algunas personas, las siestas cortas durante el día pueden ser parte del rompecabezas que podría ayudar a preservar la salud del cerebro a medida que nos hacemos mayores".
Usando una técnica llamada aleatorización mendeliana, el equipo de Garfield analizó 97 fragmentos de ADN pensados para determinar la probabilidad de que las personas duerman la siesta habitualmente. Compararon medidas de salud cerebral y cognición de personas que están más "programadas" genéticamente para dormir la siesta con aquellos que no tenían estas variantes genéticas, utilizando datos de 378.932 personas del estudio del Biobanco del Reino Unido, y encontraron que, en general, las personas predeterminadas para dormir la siesta tenía un volumen cerebral total más grande.
El equipo de investigación estimó que la diferencia promedio en el volumen cerebral entre las personas programadas para ser siestas habituales y las que no lo eran era equivalente a 2,6 a 6,5 años de envejecimiento. Pero los investigadores no encontraron diferencias en otras tres medidas de salud cerebral y función cognitiva: volumen del hipocampo, tiempo de reacción y procesamiento visual.
"Este es el primer estudio que intenta desentrañar la relación causal entre la siesta diurna habitual y el cerebro cognitivo y estructural - concluye Valentina Paz, coautora del estudio - . Al observar los genes establecidos al nacer, la aleatorización mendeliana evita los factores de confusión que ocurren a lo largo de la vida y que pueden influir en las asociaciones entre la siesta y los resultados de salud. Nuestro estudio apunta a un vínculo causal entre las siestas habituales y un volumen cerebral total más grande. Espero que estudios como este que muestran los beneficios para la salud de las siestas cortas puedan ayudar a reducir cualquier estigma que aún existe en torno a las siestas durante el día".