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DON'T LOOK UP

La ciencia detrás de 'No mires arriba'

¿Es posible una catástrofe como la que anticipa Leonardo DiCaprio en 'Don't look up'? ¿Qué medidas se toman para prevenirlo?

La premisa de la película 'No mires arriba', estrenada recientemente en cines y en Netflix, da miedo por una sencilla razón: es plausible. La cinta trata sobre una científica, Kate Dibiasky ( retratada por Jennifer Lawrence) descubre un cometa que mide unos 9 km de ancho. La científica recibe numerosas felicitaciones por su hallazgo pero todo cambia cuando Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), analiza la trayectoria del cometa, bautizado Dibiasky por su descubridora, se dirige a nuestro planeta y tiene todas las intenciones de chocar con él en “apenas” seis meses y medio. El problema es que el cometa tiene un tamaño muy parecido al que aniquiló a los dinosaurios hace 65 millones de años. Eso y que nadie cree lo que dice DiCaprio.

'No mires arriba' es una interesante lectura que trata de refilón el cambio climático, pero que usa la polarización sobre este tema para retratar nuestra relación con la ciencia: los hechos contrastados, los debates políticos, la inacción, los bulos...

Pero mientras la solución al cambio climático la conocemos, la respuesta ante una amenaza que viene del espacio no es algo que en general tengamos claro.

Lo primero que hay que comprender es que no es necesario que hablemos de un cuerpo de 9 kilómetros de ancho para disparar las alarmas. En 2013, un asteroide explotó sobre la ciudad de Chelyabinsk, Rusia. Afortunadamente el roce con la atmósfera destrozó gran parte de su parte rocosa. Aun así, los 20 metros que medía en el impacto fueron suficientes para que la explosión produjera daños en 7.200 edificios y más de 1.500 personas fueran hospitalizadas.

Y no todo tiene que ver con el tamaño. El asteroide que cayó sobre Rusia, si hubiera caído en medio de la Antártida, seguramente no hubiera producido daños tan importantes. La NASA, como explica 'No mires arriba', tiene una Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria (PDCO por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es analizar el cielo para descubrir y catalogar rocas potencialmente peligrosas mucho antes de que puedan llegar a la Tierra y coordinar una respuesta, ya sea desviando o destruyendo el objeto.

Un asteroide "potencialmente peligroso" | Pixabay

Para que un “proyectil espacial” suficientemente grande dispare las alertas de la NASA, convirtiéndolo en un asteroide potencialmente peligroso (PHA), debe cruzar la órbita de la Tierra a no más de 7,5 millones de km. y tener como mínimo 140 metros. Desde 1998, cuando Estados Unidos comenzó a asignar fondos para buscar este tipo de objetos, astrónomos de todo el mundo han encontrado entre el 90% y el 95% de los aproximadamente 1.000 objetos de un kilómetro o más que se cree que existen, pero solo entre el 30% y el 40% de los 25.000 asteroides que se calcula que tienen al menos 140 metros.

Si bien la película persigue el propósito de entretener y no de actuar como documental científico, se ha buscado la mayor precisión posible dentro del guión y por ello se ha contratado a la doctora Amy Mainzer, profesora en el Laboratorio Planetario de la Universidad de Arizona. Mainzer se desempeñó como asesora cientí fica, en particular de DiCaprio y Lawrence. Lo interesante es que en 2020 la propia Mainzer y su equipo descubrieron un cometa al que bautizaron Amymainzer, en su honor. Hay que tener en cuenta que hasta la fecha se han descubierto “apenas” unos 4.500 cometas, más o menos la misma cantidad de exoplanetas.

Pero, ¿qué se hace contra un cometa que viene directo a la Tierra? Por ahora hay dos aproximaciones posibles. Lo primero es saber que los seis meses de los que habla la película, el tiempo que tienen los protagonistas, no es disparatado, dependiendo del tamaño. Los cometas giran alrededor del Sol y luego regresan, moviéndose a velocidades que pueden superar 250.000 km/h. No son fácilmente visibles hasta que se acercan tanto como la órbita de Júpiter. Allí, debido a la energía del Sol, el hielo comienza a desprenderse y vemos su característica cola. Los asteroides, por su parte, tienen poco hielo, no tienen cola y no son mucho más que escombros espaciales. Su recorrido es más breve y son más lentos.

La misión DART de la NASA (Prueba de redireccionamiento de un asteroide binario), que se lanzó el 23 de noviembre, es la primera sonda espacial diseñada para chocar contra un asteroide y evaluar cómo se ve afectada la órbita del objeto.

El próximo otoño, la sonda DART, un poco más grande que una nevera, llegará a Didymos y Dimorphos, un sistema de doble asteroide que gira alrededor del Sol entre las órbitas de la Tierra y Marte. DART apuntará directo a Dimorphos, el más pequeño de los dos, con unos 140 metros de diámetro. Se predice que el impacto alterará ligeramente la órbita del objeto, haciéndolo girar un poco más rápido alrededor de Didymos.

Despegue de la misión DART de la NASA | EFE

Si un objeto del tamaño de Dimorphos nos golpeara, el impacto sería similar al que provocó el cráter Tenoumer, en Mauritania, hace entre 10.000 y 30.000 años. La huella que quedó del impacto mide casi 2 km de diámetro y aunque tiene una profundidad de 100 metros, debajo habría una capa de hasta 300 metros de sedimentos. El impacto habría sido producido por un cuerpo de unos 50 metros de ancho, es decir dos veces más que el que cayó en Rusia.

También hay otras alternativas. El experto en astronomía Andrew Rivkin, del laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins, sugiera usar la gravedad a nuestro favor. La idea es situar una nave espacial cerca del objeto entrante para que la atracción gravitacional de la nave altere la trayectoria del objeto. “Esto permitiría controlar la nave espacial y usarla para 'tirar' del asteroide hacia una órbita diferente”, explica Rivkin en un estudio.

Pero ante todo calma. De acuerdo con Paul Chodas, director del centro de la NASA que analiza la posibilidad de impactos de asteroides y cometas con la Tierra (CNEOS o Centro para el Estudio de Objetos Cercanos a la Tierra), “no hay grandes asteroides que tengan una probabilidad significativa de chocar contra la Tierra en los próximos 100 años”.